La casa de papel: El camino a seguirArtículo libre de spoilersAlba Cordero 28 noviembre, 2017 Ante tantas cancelaciones, no renovaciones, estrenos que nunca llegan o nuevas temporadas que tardan mucho más de lo que deberían en volver, ‘La casa de papel’ es, sin duda, un regalo en forma de serie que deberíamos apreciar como si fuese oro líquido. Dos temporadas, con sólo el verano entre la primera y la segunda tanda de capítulos, final cerrado, acción en prime time, personajes carismáticos, una historia brutal y un manejo del tempo increíble. Pero sobre todo, la clave de esta serie de atracadores es algo que, aunque llevamos mucho tiempo viéndolo en la ficción americana, aquí aún nos era algo relativamente nuevo: unos protagonistas que no encajan precisamente en lo que entendemos como “buenas personas”. Nos pasó con ‘Sé quién eres’, con ‘Vis a vis’, nos está pasando incluso con ‘Vergüenza’. En ‘La casa de papel’ hemos querido que los malos ganasen. Que se llevasen todo el dinero posible, que engañasen a todo el mundo y que escapasen de ahí cuanto antes. Los hemos conocido, hemos sabido su pasado, imaginado su futuro, y todo eso nos ha influido a la hora de escoger bando ganador. Hemos sufrido cada vez que el plan de atracar la Fábrica Nacional de la Moneda se torcía y respirado aliviados cada vez que el Profesor lo solucionaba. Hemos aplaudido cada vez que se la han colado a la policía y gritado a la tele cada vez que llegaba el final del capítulo y nos presentaban un giro que nos mantendría en vilo una semana entera. Nos han hecho plantearnos quiénes son los buenos, quiénes los malos, pensar qué hubiésemos hecho nosotros en el lugar de Tokio, o de Nairobi, o de Raquel. Si nos hubiésemos enamorado de Denver o de Mónica en esa situación. Si hubiésemos soportado a Berlín sin pegarnos (o pegarle) un tiro. Durante quince capítulos hemos vivido las relaciones de amor de Tokio y Río, de Raquel y Salva, de Mónica y Denver. La relación de fraternidad entre este último y Moscú. La de amistad entre el Profesor y Berlín, entre Helsinki y Oslo, entre Nairobi y Tokio. Hemos compartido con ellos la sensación de pertenecer a un grupo. Hemos sido la #MareaRoja. Nos hemos enamorado fuerte de lo inteligentísimo (y guapo) que es el Profesor. Pero, sobre todo, lo que nos ha unido a todos los espectadores de ‘La casa de papel’ es que no hemos soportado a Arturo. Porque nada une más que el odio a un idiota. Hacer Comentario Cancelar RespuestaSu dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente.