Fotos de Jorge ClimentCrónica del 4ever Valencia Fest: cien gaviotas dónde iránLa primera edición del festival valenciano supone un relativo éxito, eso sí, anclado en el pasadoCarlos Ortigosa Arnau 9 julio, 2018 Grupo: 4ever Valencia Fest (The Prodigy, Simple Minds, The Cult, Manic Street Preachers, Kaiser Chiefs...).Sala: La Marina de València El 4ever Valencia Fest vino al mundo dejando claras sus intenciones: atraer a un público entrado en años y reunir en su cartel a prestigiosas bandas de las últimas tres décadas. Por eso, tras haber presenciado su primera edición, ningún asistente puede sentirse engañado. No obstante, como dijo Santiago Auserón en su concierto, durante el cual aprovechó para desempolvar un buen puñado de divagaciones, el festival haría bien en mirar al presente en futuras ediciones. La gente se agolpó a la entrada del recinto de la Marina en una calurosa tarde de viernes. El primer punto negativo del festival lo protagonizaron las excesivas colas para acceder a los conciertos; no había una caseta donde conseguir la pulsera para los dos días de festival o, en su defecto, para uno de ellos, sino que todo el público debía esperar a adquirir su pulsera en la propia entrada. Pero, superado el primer nivel, esperaba el jefe final: la cola para adquirir los tickets para la bebida (por lo menos, y hay que destacarlo, esos tickets no eran excesivamente caros). Así fue como algunos ‘disfrutamos’ la actuación de The Jesus & Mary Chain, con unos hermanos Reid enérgicos y, a pesar de todo, sabedores de que sus años de gloria forman parte del pasado. The Cult serían los siguientes participantes de este ‘remember’ al que miles de asistentes habían acudido con gozo. Pero el verdadero espectáculo se presenciaba en la parte trasera del recinto, donde el cielo quedaba prácticamente cubierto por gaviotas, que volaban curiosas sobre la Marina y hacían a algún que otro espectador sentirse el protagonista de una secuela de Los pájaros de Hitchcock. Cabe mencionar que este era el lugar al que quedaban relegados algunos de los presentes, ya que la zona VIP era tan grande que ocupaba más o menos la mitad del foso entre la torre de sonido y el escenario. Algunos acreditados de prensa ni siquiera tenían acceso a esa zona VIP pero, bueno, siempre ha habido clases. Quién nos iba a decir que, más de tres décadas después, los Simple Minds seguirían moviendo una cantidad de público tal en Valencia. Lo cierto es que el propio festival servía, entre otras cosas, para rememorar el papel que algún día jugó la ciudad en la ruta musical urbana estatal, y precisamente se colgaron carteles y se vendieron camisetas en homenaje a la extinta sala Arena, cuyo cierre significó para muchos la decadencia de ese estatus. El recinto prácticamente se llenó para presenciar la interpretación de los grandes éxitos de la banda, de cuya formación original solo quedan un Jim Kerr que se asemeja a un abuelo pastoso, rebozado y tostado de Benidorm; y un Charlie Burchill que se parece a tu tío, el que le puso nombre de mujer a su Harley Davidson y le echa pimiento a la paella. Santiago Auserón, acompañado de los mallorquines Sexy Sadie, añadió el regusto nacional a la jornada, con grandes éxitos de Radio Futura como «Escuela de calor», «Annabel Lee» o «Veneno en la piel», además de temas de su proyecto en solitario, Juan Perro, y canciones en inglés de la banda que le acompaña. En la segunda jornada sorprendió el radical descenso en la afluencia de público. Es entendible, no obstante, tras haber presenciado en primera persona a señores y señoras cercanos al medio siglo de edad consumir todo tipo de sustancias la noche anterior. Tras las actuaciones de los valencianos The X y los británicos Killing Joke, que trajeron bastante público a pesar de la hora, salieron a escena los Manic Street Preachers. Como siempre, con un escenario ataviado de banderas galesas, el grupo liderado por James Dean Bradfield lo dejó todo. También lo dejó todo el cantante de los Kaiser Chiefs, que se pasó medio concierto subido al bombo de su baterista y que, incluso, protagonizó una fugaz carrera desde el escenario, mezclándose entre la gente, hasta la zona VIP para adquirir una cerveza en mitad de una canción. La banda de Leeds era probablemente uno de los reclamos más actuales del festival, y eso para nada habla bien del cartel. A pesar de tener un catálogo musical muy justito, Ricky Wilson y los suyos lograron sacar una sonrisa al público con éxitos como «Ruby», «I Predict A Riot» o «Everyday I Love You Less And Less». Y llegó el plato fuerte de la noche y del festival, el trío más potente de la cultura rave, The Prodigy. Para ese momento, el recinto presentaba una entrada más similar a la de la primera jornada, pero ni aun así equilibrada. Acudieron muchos antiguos raveros, que en su mayoría se podían identificar fácilmente gracias a su dudoso sentido de la moda; también buena parte del público era británico, y la otra parte la completaban aficionados a la electrónica con ganas de zapatillear. Liam Howlett y Keith Flint revoloteaban por el escenario con cara de pocos amigos, y desplegaban uno a uno clásicos del pogo espídico como «Smack My Bitch Up», «Breathe» o «Firestarter»; temas más recientes como «Omen», «Invaders Must Die» o «Take Me to the Hospital»; y también cortes de su último álbum, como «Nasty», «The Day is My Enemy» o «Wild Frontier». Un auténtica descarga de adrenalina para todo aquel al que le guste empujarse en los conciertos. El 4ever Valencia Fest ha venido para quedarse. La pregunta es si debe seguir el camino que ya se ha labrado, es decir, el del ‘remember’, o si, siguiendo las palabras de Santiago Auserón, debe alejarse de la nostalgia al tiempo que atrae a un público veterano. A priori la respuesta correcta sería la segunda, pero para ello el festival debería aproximarse a modelos como el del Mad Cool, y el precio a pagar (literalmente) puede ser demasiado alto. 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