Grupo: Crystal Fighters
Sala: Sala Wah Wah

Una sala abarrotada, un público que apuntaba hacia los veinte años de media, y mucho pero que mucho “moderneo”, era el ambiente que se respiraba la pasada noche del viernes en la sala Wah Wah. Organizado por la marca de cerveza verde, los valencianos nos hemos tenido que conformar únicamente con esta actuación dentro de la amplia lista de grupos que están girando estas semanas dentro del Heineken Music Selector.

Hacia las once y veinte de la noche tomaron lugar en el escenario los integrantes de la banda, compuesta por una guitarra eléctrica, artefactos varios de música electrónica, una batería, voz femenina y encabezada por la carismática presencia de Sebastian, voz principal y ”frontman“ indiscutible del grupo, todo un espectáculo en directo.

La estética de éste es digna de mención. Un vestuario definible como un disfraz de indio tirando hacia la vestimenta de un hippie trasnochado, con una cabellera larga y frondosa, en concordancia con el sonido tropical que aportan a sus canciones.

No miento si digo que es el comienzo más salvaje que he presenciado en esta sala. Desde la primera canción (“Solar system”), el concierto adquirió un ritmo frenético, tremendamente adrenérgico, que no decayó en ningún momento de la actuación. El grupo afincado en Londres, declarados enamorados de la cultura vasca (llegaron a dar las gracias en euskera), demostró que son una de las revelaciones más interesantes dentro de la electrónica, con un directo brutal que poco tiene que envidiar a los desfasantes conciertos de bandas como Crystal Castles.

Star of love es el único disco que han publicado hasta la fecha. Sus melodías pegadizas y adictivas, tremendamente bailables, las hacen propicias para un concierto salvaje, capaz de hacer vibrar cada músculo del cuerpo, de esos que quedan en el recuerdo.

A pesar de la presencia de varios instrumentos étnicos y acústicos que aparecen en el disco, la fuerza de su directo está marcada por la electrónica, que junto a la guitarra eléctrica y batería consigue la energía y vitalidad mostrada desde el escenario. Tanto estos elementos como la voz femenina de la cantante quedan eclipsados por los decibelios de la parte más electrónica.

Los que acudimos a la sala Wah Wah no dejamos de saltar y bailar a lo largo de todo el concierto. La locura cundió y los monitores eran los que más sufrieron este descontrol. El cantante parecía incapaz de parar ni un solo segundo, la interacción con el público era total. Como un profeta al que un grupo de discípulos sigue, un visionario de otra época, Sebastian fue el encargado de guiar cada uno de los caóticos y apoteósicos temas que tocaron a lo largo de la hora que duró el concierto. No recuerdo que quedase ningún tema incluido en su LP por tocar.

“Swallow” o “I Love London” son algunas de las canciones más esperadas de la noche, y de antemano habría pronosticado que las más bailadas y coreadas, pero no hubo ninguna canción que quedase ensombrecida por el resto.

Tras escasos segundos de descanso, los músicos volvieron al escenario para demostrar lo que (en opinión del que escribe) es un bis perfecto. Sin dejar apenas respirar al público, con la emoción más presente que nunca, “Xtatic truth” fue la canción con la que se despidieron. Como Rob Gretton diría en el biopic sobre Ian Curtis, Control, “I am a believer in Crystal Figthers. Fuckin' hallelujah.”

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