Grupo: La M.O.D.A.
Sala: Moon

Joder. Qué difícil explicar lo que pasó el 1 de diciembre en la sala Moon. La M.O.D.A. La Maravillosa Orquesta del Alcohol. Magia, fuegos artificiales, intensidad, orgasmos múltiples.

Son los hijos de Johnny Cash, los héroes del sábado, nómadas, mil demonios. Son todo lo que se propongan. Son folk, rock, blues, folclore, introspección, guitarras desbocadas, vientos locos, energía desbordante. Son todas las versiones de sí mismos desde que arrancaron su aventura en 2012. Y eso es lo mejor. Que, en casi dos horas de virtuosismo musical e interpretativo, los siete componentes de la M.O.D.A., con sus camisetas blancas de tirantes, presentaron su último trabajo, Salvavida (de las balas perdidas), que, si ya era uno de los discos del año sobre el papel, se supera aún más interpretado en directo por estas siete bestias de la música. Pero sin olvidar de dónde vienen y los éxitos que los han conducido a llenar las salas de todas y cada una de las ciudades que han visitado. Y así, la fiesta inicial, sin tregua, dio paso a la intensidad, con Océanos, y a la intimidad más absoluta con Campos Amarillos, para que después los asistentes de la sala Moon nos convirtiésemos en coristas que gritábamos con fuerza, casi desgarrándonos la voz, que queríamos quedarnos a vivir en ese instante (Miles Davis), y ya de paso, convertirnos, como ellos nos bautizaron, en Héroes del Sábado, entre muchas otras proclamas.

Y así, con este último himno, los siete miembros de la Maravillosa Orquesta del Alcohol se despedían de Valencia, no sin antes responder a los diez minutos de aplausos con eterno agradecimiento, con humildad, como entraron. Y, por supuesto, tras repartir las baquetas y la setlist a aquellos cuyos gritos ensordecieron más que los del resto. Porque, además de todo lo citado, la M.O.D.A. son héroes de la música, son una banda hecha a sí misma y por ellos mismos. Sin grandes cantidades, sin letra grande en los carteles, sin grandes cifras, pero con una grandeza en el escenario, que hace que vibren todos los vasos (vacíos o llenos), que es, a fin de cuentas, lo que importa.

 

Crónica y Fotos: Rocío Tuset

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