Grupo: FIB´ 10 (SÁBADO)
Sala: Benicàssim

Tercera jornada de un festival que ha perdido su fuelle de una forma escandalosa, así, de sopetón. Destruir un imperio, un emporio, puede llevar unas simples horas. Cuidado con morir de éxito.

Empezando por los irlandeses Ash, que tuvieron su momento de gloria allá cuando el Napster nos tenía a todos agilipollados y eso de bajar archivos sonoros se había convertido en nuestra pequeña revolución industrial. Y bien cierto es que la ejecución y el ímpetu de los comandados por Tim Wheeler, a medias por el bagaje de los años y a medias por la consciencia de intuir que cualquier acorde podría ser el último, fueron excelentes.

Aun así, una actuación que fue de más a menos, completamente predecible en los parámetros de una banda encasillada eternamente en los noventa y que hizo las delicias de los brit, cada año más vulgares, aunque eso sí, a esas horas aún reticentes a lanzar las cervezas al cielo. «Shining Light», «Orpheus» y «Girl from Mars» como destacadas (sorpresa!).

Jonston saltaba al escenario a las 21.00. Éramos cuatro gatos. Este año está siendo terriblemente cruel con los grupos nacionales, la propuesta megalítica de Benicàssim nos la está clavando por la puta espalda. Lo dijo bien claro Antonio Luque el día antes, con ese aspecto de náufrago tarado, mientras se disponía a comenzar: “joder, Chinarro ha visto días mejores”.

Éramos cuatro gatos, pero disfrutamos con las melodías desenfadadas del madrileño, pequeñas bandas sonoras de cómic, de satisfacciones banales (las más importantes) y del optimismo derivado de la resignación. “Horóscopo del teletexto”, “Despierte Comandante Cousteau” ,“Telefonoh” o “Buenos recuerdos” no tiene absolutamente nada de malo, más bien todo lo contrario. Además estuvo nuestro Gilberto Aubán en el escenario, como siempre, con esa cara de esto que hago lo puede hacer cualquiera, pero quién pudiera.

Le echamos un vistazo a The Specials, fueron grandes (antaño, me refiero) y tienen algunas canciones que sellaron una época de cambios en la convulsa Inglaterra de los setenta, para los padres de muchos de los que allí estaban preguntándose a qué se referían cuando decían lo de rude boys. Desde luego ellos, los rude boys, jamás hubieran asistido a un lugar como este para bailar reggae y ska.

Y cómo es esto de la música, y de estar en el momento justo en el sitio adecuado, y sobre todo de ser conocedor de ello. Bigott es uno de esos losers adorables, que por algún motivo, más allá de lo entendible, proporcionan sorpresas terriblemente gratificantes. Ha conseguido enrolar en su proyecto a gente como Paco Loco o Muni Camón, para formar una especie de Trece Rue del Percebe trasladado a Nashville con siguiente parada en Texas, donde quizá nunca haya estado, donde quizá nunca necesite ir.
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Hizo lo que quiso, de una forma inmensamente más profesional de lo que su alocada actitud muestra de frente. Versioneó a Springsteen (“Dancing in the dark”) y le quedó que ni pintado, repetía algunos acordes durante yo diría que unos veinticuatro compases por lo menos y sonó tan lejos de aburrido que la palabra aburrido parecía sólo un puntito en la distancia. De vez en cuando se levantaba de la silla, por unos segundos, y pegaba un saltito…y la banda saltaba.”Dead mum walking”, “She is my man” y demás. Además le encanta Midlake. Grande.

Después la noche se volvió insulsa, bacalaera. Cut Copy hicieron honor a su nombre. Saliendo al escenario con el morro bien grande y unos instrumentos que apenas se dejaban intuir, intencionadamente, sobre lo pregrabado. La gente bailó, yo no. Podrían haber puesto directamente el CD y hubiera dado lo mismo.

Después, estuvimos departiendo con Jorge y Jordi de LHR y con Álvaro de You not Me y resultó bastante interesante. Hablamos de la escena, de las envidias, y no nos gustan, nada.

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