Grupo: Varios
Sala: Teatro Principal

Lee Ranaldo sentó cátedra con dos actuaciones prácticamente calcadas en lo que al repertorio se refiere. La diferencia: que en una, la del jueves, lo hizo en acústico y prácticamente solo y en la otra, la del sábado, se rodeó de su banda e hizo gala de ese dominio de la electricidad que le ha situado entre los mejores alquimistas de la historia del rock. Pero el Tanned Tin 2013 fue más que eso y continuación unas líneas de merecidas flores.

El trayecto diario (en nuestro caso Valencia-Castellón) bien valió la pena. De extraordinaria personalidad, sigue siendo el Tanned Tin un festival insólito para paladares que no están dispuestos a consentir recintos fast food y menús recalentados. Aquí prima la comodidad del cliente y, por encima de todo, el cuidado del producto sonoro. Ir a ver los conciertos, sí, y preocupación porque estos suenen y duren lo que toca. En un momento en que la palabra festival va a asociada a catervas de zombis hormonados y a conciertos de veloz regurgitación, es un gozo poder contar una edición más de este particular encuentro cuya finalidad es dejar poso en ese cofre del cerebro donde viven las cosas perennes. ¿Aburrido? Pues también a ratos. Como en un museo de extensas proporciones, a uno le entran ganas de salir, hablar del partido de esa noche, pegar unas caladas y echarse una birra al gaznate. Pues no se corten, en el Prado no se puede hacer pero aquí sí. Y con un poco de suerte (así fue) salen a picar algo y a regar la noche con vino y se cruzan con Lee Ranaldo. Al fin y al cabo, hablamos de rock. Hablemos de rock.

JUEVES 7 de FEBRERO
Desde elegante fachada del Teatro Principal de Castellón se escuchaban los aplausos a Matty Charles. Llegamos tarde. Solo un poco. Era jueves y aflojamos la ropa de trabajo al sentarnos, por primera vez, en uno de los palcos del presumido y acogedor espacio. Allí abajo, cerca, salió un barbudo y de pelo desaliñado Antonio Luque. Bravo por el sevillano que, sin ser un gran guitarrista ni un diestro cantante, ofreció un serio concierto de canciones redondas como tendidos. Le sobra presencia y echando mano de un repertorio centrado en “El Mundo Según…”, “Ronroneado” y “Presidente” se sacudió la acusación de ser el sustituto de Jota Planetas. Tal vez se echó de menos más presencia de “Menos Samba” o alguna de las nuevas que ya asoman el hocico. Tímido del mundo como es, farfullaba frases indescifrables entre canción y canción. Suficiente para entender las felicitaciones al sello Acuarela (responsable de este tinglado y ya veinteañero). Ah, también felicitó a las instituciones públicas valencianas porque como dijo: “no todo va a ser malo”. Por cierto, ¿qué hay de cierto Sr. Fabra en que su aeropuerto es en realidad un plan perfecto para que Bowie pueda aterrizar este verano más cerca de Benicàssim? Volvamos a lo nuestro.

El británico Neil Halstead (Mojave 3) paseaba hacía un rato por el vestíbulo del hotel con esa pinta de yanqui que Dios le ha dado y ahora se acurrucaba en el centro del escenario. Se ve que era el Día Mundial de Tocar Sentado. Acústica en mano, desde su silla, era flanqueado por tremendo piano de cola y chelo. La gracia divina también le ha otorgado con una distinguida y rasgada voz y poco más necesitó para sumirnos en un flotante estado de anestesia canábica. Varias caladas de «Palindrome Hunches» y a volar.

De repente, nos alertan de que Matt Elliott se va a marcar una de las tradicionales sorpresas que aguardan en la segunda planta del teatro. Allí, con una pedalera de tres palmos y al, como no, asiento de una silla esperaba este clásico del Tanned. Dos balazos (como el que disparó él con la espléndida “Bang Bang (My Baby shot me down)” ) fueron suficientes para arrancar los aplausos del, más que nunca, respetable.

La jornada estaba siendo placentera pero algo lánguida. Seguramente el jefe ante el que muchos de los presentes teníamos que rendir cuentas el viernes lo agradecía pero nosotros queríamos algo más, ese punto de aceleración cardiaca que invita a descubrirse y lanzar sombreros al aire. Y llegó Lee Ranaldo (Sonic Youth). Era el más inofensivo de los conciertos que tenía que ofrecer en el festival pero los buenos no saben de bondades. Silla, acústica y un último disco, “Between the Times & the Tides”, para enmarcar. De canciones accesibles y espíritu pop, Ranaldo dejó claro que sus antecedentes ruidistas no lo eximen de ser un compositor de canciones clásicas de altura. Con afinaciones tan personales como geniales, pasaron guitarras acústicas por esas manos que moldearon las cuerdas para dotar al instrumento de sutileza o agresividad según le viniera en gana. De manera presencial, Steve Shelley acompañó a su compañero al cajón; un detalle que, unido a las pequeñas historias con las que Ranaldo contextualizó algunos de sus temas, convirtió esa primera aparición del neoyorquino en memorable. Él quiso tocar una más, nosotros que lo hiciera. Pero aquí las cosas van clavadas y no hay favores ni para las guest star.

Merecido trago de cerveza y tocaba enfrentarse a lo desconocido. Desde el desierto del Sahara llegaban Tamikrest. Una de esas licencias tan sólo catables en el Tanned Tin. Ataviados para un conflicto que por desgracia sigue sin resolverse apareció en el escenario esta banda de rock orgullosa de sus orígenes. La Gibson y la Fender, quién lo hubiera dicho, entraron en perfecto diálogo con la percusión africana y unos subyugantes ritmos de ascendencia árabe. La delicadeza de un Ousmane Ag Mossa, de asombroso parecido con el joven Marley, mezclada con los bailes y los lamentos de la única componente femenina del combo, erizó pieles y logró unificar, sin estridencias, fronteras y estilos. Otro gol del Tanned Tin.

Triángulo de Amor Bizarro se saben poseedores del directo de mayor pegada de la escena independiente española. Así que aquí venían a dar otra vuelta a la tuerca de los ruidos y la violencia sonora. Se trataba de musicar las imágenes de un metraje de alucinógeno guión. Ansiedad, carne, amor, angustia, existencialismo, espirales, angustia, placer… todas esas cosas que encierra la música de los gallegos pasaba ahora también por los ojos. Algo aturdidos salimos del teatro. Quizá mañana era el día de asesinar a ese jefe.

Decidimos sacrificar a Schnaak, poniendo freno así a nuestros adorables impulsos psicopáticos.

VIERNES 8 de FEBRERO
No pudimos asistir. Así que como hemos hecho nosotros, pueden acudir a las crónicas de otros compañeros más cumplidores, con más amigos con coche y sin otras obligaciones (nunca más interesantes que atender). Por lo que nos contaron las redes sociales, Lisabö puso la a la platea en pie. Y, por mucho que se empeñen otros medios, Keiji Haino fue invitado a tomar la salida del festival tras agredir a uno de los técnicos de sonido.

SÁBADO 9 de FEBRERO
Al parecer, por la mañana había destacado la actuación de un Pau Vallvé que merece ser destacado como algo más que músico de Standstill. Que lo es, pero también tiene el catalán un par de discos que son delicias de inexorable visita: “De Bosc” y “2010”.

Puntual, como de costumbre, arrancó la última de las jornadas. Era el momento de dar un homenaje a Toti Soler, guitarrista de excelsa trayectoria que con maneras clásicas dio toda una clase de cómo pasear los dedos por las cuerdas de una guitarra española. Un gusto cuya brevedad agradecimos. No era cuestión de faltar al respeto con un bostezo.

Se esperaba mucho de Amanda Mair y habrá que seguir esperando. Se vendió como una voz celestial y se quedó a media altura. Jovencísima (eso le disculpa en parte) y cómoda en las teclas del piano, la frágil sueca fue engullida por la situación. Pop de trazos mainstream con posibilidades de hacer dinero pero que en directo no emocionó. Con bonitos ojos rasgados miro a la galería y contó que se había extraviado en el aeropuerto y que había estado de Erasmus en España… y que consiguió ser fiel a su pareja. Quizás eso lo explica todo.

Tigercats, los siguientes, eran la propuesta más indie del cartel. Modernos como son, salieron descalzos a escena y pronto dejaron claro que son algo brillante dentro de la camada de hijos de su tiempo. Guitarras nerviosas y contenidas les emparentaron con compañeros de generación verbigracia Real Estate o Los Campesinos! También, como Vampire Weekend, echan mano del legado de Paul Simon y salpimientan algunas de sus canciones con toques de exquisito africanismo. Sin pasarse, pero pasaron el examen al saber adaptar sus soleadas guitarras al contexto escénico.

Antes de la segunda vuelta de Lee Ranaldo había que cenar. Tampoco nos pasemos de sobrios que era sábado. El damnificado (tal vez lo fuimos nosotros): Chris Brokwak. Previamente, y es que no todo es siempre bueno, intentaron colarnos una tomadura de pelo como algo puntero. Todavía hoy me pregunto si la propuesta de Maher Shalal Hash Baz en el segundo piso fue una alucinación. Pensaré que sí.

Ya estamos, en el mismo palco del primer día pero ahora es Lee Ranaldo el que se hace acompañar por toda la banda y se cuelga (fueron varias) esas guitarras que él mismo se ha tuneado para recrear el sonido del paraíso. Si a su colega Thurston Moore lo habían acusado de dar, unos años atrás, una actuación sobria y farragosa, Ranaldo volvió a pasear su cara más luminosa e hizo brillar, más si cabe, las canciones de “Between the Times & the Tides”. Vibrante, tocante y variada fue una pluscuamperfecta actuación que tuvo como colofón, para colmo, una versión de Neil Young. Ni la rotura de una cuerda restañó valor a la puesta en escena de un Ranaldo que sobre el escenario deriva en humanoide del rock.

Ganazas de escuchar en directo “Alquimística”, lo último de Schwarz. Posiblemente su mejor álbum desde hace tiempo. Queríamos poner a prueba nuestros tímpanos y nos desplazamos a la primera fila del teatro. De volumen (supongo que muy a su pesar) tampoco fue para tanto. Los decibelios de todas formas eran notables y suficientes para desgarrar ciertos nervios que al estallar crean esas constelaciones de placer que muy pocos grupos saben mostrar. Los murcianos lo consiguen y sus viajes siguen aportando billete a otras galaxias. A la vuelta estábamos de nuevo en la barra del vestíbulo pidiendo la penúltima cerveza antes de dar la bienvenida a los italianos Massimo Volume. No hubo conexión con la agresiva distorsión que propusieron los boloñeses. Apunto de hacer una similitud con la salsa de su tierra pero mejor dejo de escribir.

El conductor decidió que ya eran horas para volver… y acatamos las órdenes.

Lo dicho: una gozada que sigan existiendo lugares así. Como los buenos licores, el Tanned Tin 2013 deja exquisito sabor de boca y menos resaca que los clónicos y numerosos festivales sin destilar. Subidas de IVA mediante, ya ansiamos la próxima edición. Porque síndrome de abstinencia sí crea.

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