Grupo: Tórtel + El Hijo
Sala: Velvet

Varios de los referentes más importantes del folk enmarcado dentro del pop independiente en el panorama nacional actual se dieron cita a lo largo del fin de semana en Valencia, comenzando con la presentación del último disco que ha publicado Nacho Vegas, en la sala Mirror.

Coincidencias o no, otro de los grandes en la división de honor del indie patrio, Joaquín Pascual, también se dejó ver y escuchar al día siguiente en el Electropura.

La culminación de esta recomendable travesía por el folk más popero nacido en nuestro país, se dio lugar en la Velvet, convertida para la ocasión en un psicodélico espacio, iluminado por una oscura luz roja muy apropiada para el revelado fotográfico (como Jorge Pérez comentó bromeando durante su concierto).

El encuentro entre estos dos grandes músicos, enmarcado dentro de las Wild Shots de Jägermaister, nace de una palpable amistad unida por el amor a la música. Reiterando el símil con lo futbolístico, el encuentro concebido como una partido amistoso entre dos de los grandes, otorgaba a Tórtel (proyecto tras el cual está Jorge Pérez, componente de Maderita y Ciudadano) el papel de equipo local. La afición, compuesta en su mayoría por amigos y conocidos de Jorge, evidenció que era a éste al que habían venido a ver.

El primero en salir al escenario fue Jorge, acompañado en esta ocasión por Víctor Ramírez (Oh, Libia!) asumiendo la función de mano derecha en la guitarra acústica y voces, Rafa Estrela a las baquetas (sonorizando una percusión más convencional que la que ha traído en otros directos), y Sento Gil ocupando el puesto de Joaquín Pascual o Pau de La Habitación Roja en pasados conciertos de Tórtel.

La trayectoria de Jorge Pérez en directo en el que quizás sea su proyecto más activo en la actualidad, Tórtel, ha sucumbido a multitud de cambios conformacionales, acompañándose por diversos músicos, distantes en cuanto al sonido, mostrando una variada puesta en escena que invoca a una lectura muy amplia de su único disco publicado hasta la fecha, Lugar nuevo. Es inevitable echar en falta en este concierto la personal forma de tocar la guitarra de Joaquín, y en igual magnitud, la presencia de Gilberto Aubán, capaz de iluminar con peculiar encanto cada canción.

Salvando exigencias caprichosas del consumidor, Jorge supo hacer disfrutar (y disfrutó también mucho) a los que allí nos dimos cita. Canciones como “Amo el dinero”, “Aquella canción” o “Literatura” son algunas de las más apreciadas de su álbum de estudio que anoche pudimos escuchar, junto a un repertorio variado formado por otras canciones como “Tren”, o la primicia en directo “Tres mendigos”, pendiente de ser incluida en su próximo disco.

La recurrencia al salto generacional fue constante a lo largo del concierto. Víctor fue incapaz de ocultar su emoción al estar acompañando en directo al que en su temprana juventud había idolatrado tanto. Manifestación que Jorge respondió con un tono casi paternal, para luego ser continuada con la alabanza mostrada por él mismo hacia Abel Hernández (El Hijo), inspiración a lo largo de su carrera. Un intercambio de sinceridades que proyectaron en Abel la figura de un hermano mayor, y en Jorge la de padre de un intrépido y aventajado hijo (a pesar de no ser éste el que figuraba en el cartel), deseoso por seguir los pasos de su maestro.

Para concluir su directo, Abel Hernández se hizo un hueco junto a Jorge para acompañarle en su última canción: “La guerra fría”; una transición natural que unió en un mismo escenario a los dos músicos antes de la actuación del segundo.

Tras un breve descanso y un considerable pero desconsiderado desalojo popular, llegó el turno de El Hijo, o lo que es lo mismo, de Abel Hernández (el que fuera cantante de los extintos Migala). Con Madrileña bajo el brazo, uno de los trabajos más mencionados a nivel nacional del pasado año, Abel se presentó en la sala valenciana para sacar a relucir algunas de las canciones incluidas en éste, junto a otras de sus anteriores trabajos publicados desde el 2005.

Escogiendo como formato para la ocasión un dúo de guitarras, acompañado por Javier Monserrat en la guitarra eléctrica, la imponente voz del músico madrileño es capaz de atravesar la piel gracias a unas letras trabajadas, sinceras, desnudas al oyente que quiera acceder a ellas. Un mundo propio, emparentado con la música descarnada y oscura de Nacho Vegas (con el que compartió vivencias en Migala) pero iluminado por un optimismo reflejado en unas letras que apuntan a la búsqueda de la felicidad a través de lo cotidiano, dejando de lado toda tristeza desconsolada.

Las canciones que Abel Hernández fue dando vida a lo largo de la noche, en su mayoría pertenecientes a su último trabajo, Madrileña, destacaron por un despojamiento en lo musical de adornos, más pendiente por alcanzar la sencillez y acompañar con su guitarra a la lírica.

De entre las canciones incluidas en su último disco que pudimos escuchar destaco la optimista “El hada de los dulces” y “La palmera”, muy apropiada para un formato de estas características, con un estribillo que crece buscando la luz desde un entorno que no parece propicio para sonreír. Mención especial merece “Quebradizo y transparente”.

Conforme avanzaron las canciones del repertorio, Abel fue aportando a éstas una consonancia más ruidosa a través de varios “cacharros” que conseguían engullir el desenlace y sumergir las letras en el onirismo del que han nacido. “Vals de los besos”, perteneciente a Las otras vidas, evocó a cantautores más tradicionales. Junto a “Conmigo a tu vera”, El hijo cerró el concierto con dos versiones castellanizadas y adaptadas a su personal estilo: “Leche y miel”, originalmente compuesta por Jackson C. Frank, y “Las fiestas de mañana” (de la Velvet Underground), incluida dentro de un EP recientemente publicado en colaboración con Ornamento y delito. Uno de los momentos más intensos de sus actuación.

Los que allí estuvimos fuimos espectadores de un concierto compartido por dos grandes músicos, sin ninguna intención de ensombrecerse el uno al otro, sin telonero ni teloneado, tan sólo con la idea de disfrutar la música y la gratuita intención de ser felices a través de ésta. Lo poco que cuesta sonreír.

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