Jueves, 5 de noviembre de 2015

Continúo el relato de mis andanzas por la Valencia del siglo XXI con alguna novedad y sólo mis enaguas, por el caloret de l’hivern. Brevemente te diré que la máquina del tiempo no hay por dónde cogerla y, aunque empiezo a estar a gusto, me da un poco de miedo la idea de no poder regresar. No veo en qué falla el colisionador de hadrones y, a pesar de que todo lo actual parece muy avanzado, nadie en los establecimientos de máquinas de tracción mecánica tiene ni idea. Para nuestra civilización, los aparatos del tiempo siguen siendo los ancianos que chochean y los niños que se lo inventan todo.

Como dejé mi redacción en esa idea que me comía la cocotera, será lo primero que despache antes de comentar otras cosas. Bien, decía hace dos miércoles que el término “hombre del Renacimiento” había sido usado en la prensa nacional para los artistas de su época. Se suele emplear con bastante boca floja para referirse a los creadores  que, además de ejercer su disciplina, se dedican a algún otro asuntillo más. Por ejemplo, un escritor que hace de noche de pinchadiscos (no sé si me llegará hoy para hablar de ellos). A mí, que sólo soy una mujer normal que maneja algo la física y la escritura confesional, me parece bien que se aplique como adulación exacerbada, pero si levantara la cabeza mi tío Leonardo… como dije, entonces igual sí que les iba a cambiar el peinado a más de uno. Actualmente, según la Wikipedia, parece que lo más similar a mi tío es Aragorn Mortensen quien, además de caballero andante, es poeta, fotógrafo, músico y está “cañón”. Pero, señoras y señores, cuando lo usen, tengan claro lo que significa el concepto. ¡El concepto es el concepto!

Una vez dicho, confesaré que, con lo de la máquina y esto, se me ha cerrado un poco el estómago: llevo más de un mes con imágenes que me señalan que ya he estado aquí y ahora muchas otras veces. Parece que lo llaman “dejavú” y explicaría que no eche de menos la música polifónica sino el rock americano; o que sea capaz de moverme tan bien con un ordenador y la túrmix cual nativa digital. Lo anoto todo para no olvidar preguntarle a mi tío: ¿sería posible que estuviera volviendo al barrio de Benimaclet en el año 2000 en bucle, eternamente?

¡Por lo menos he descubierto las reebok pump! Si resulta que estoy destinada a regresar al mismo tiempo y espacio una y otra vez, al menos lo haré hinchando y deshinchando mis zapatillas molonas. Esto me parece un gran adelanto para la humanidad, la verdad, mucho más que los vehículos de tracción motora o las tiras llevaespinillas de la nariz, y mucho más cómodas sin duda que mis zapatos de taco bajo el faldón de damasco.

Con estos pensamientos, me despido a ver si logro comer algo. No me da tiempo hablar de los hombres que rayan discos y cobran por ello, lo dejo para otro día que me cierran el Consum.

Hasta dentro de quince días.

Francesca, la dama del Renacimiento que viajó por error al s. XXI

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