Director: Kenneth Branagh

Tenía 9 años cuando vi “Asesinato en el Orient Express” (Sidney Lumet, 1974) y con ella aprendí diferentes cosas. En primer lugar descubrí mi temor a la representación ficticia de personajes malignos que perfectamente podrían existir en la realidad. En segundo lugar llegó a mi conocimiento el concepto de reparto coral o como mi madre lo definía “en esta película están los mejores actores”. En tercer lugar, me hizo descubrir la figura de uno de los directores más importantes de la historia del cine, que a su vez y después de haber visto su filmografía, descubriría que “Asesinato en el Orient Express” poco o nada tiene que ver con las temáticas que le perturbaban. Y por último y no por ello menos importante, me permitió descubrir a uno de los personajes literarios más relevantes que es sin duda alguna Hércules Poirot, creado por Aghata Christie, escritora que me acompaño durante mi adolescencia dejándome en vela alguna que otra noche con su retorcida imaginación para el misterio.

43 años después llega a nuestras pantallas una nueva adaptación de la novela, esta vez a cargo de Kenneth Branagh, conocido por ser el director capaz de adaptar a Shakespeare al cine. La película no pretende en ningún momento ser una copia de la original ni mucho menos imitar su estilo, sino sencillamente dar una nueva visión al relato para transformarlo en un producto  de puro entretenimiento como lo es la novela en la que se basa. Su única coincidencia se encuentra en el reparto, porque al igual que en su antecesora, reúne a varias de las mejores estrellas del momento. Es verdad que esta vez no tenemos a actores o actrices de renombre como Sean Connery, Lauren Bacall, Ingrid Bergman o Albert Finney pero si tenemos a Willem Dafoe, Judi Dench, Michelle Pfeiffer o Johnny Depp.

Branagh nos traslada al trayecto de uno los recorridos de tren más emblemáticos que han existido en la historia, para meternos de lleno en la investigación de un crimen en un terreno claustrofóbico como es un vagón de tren, donde todos los pasajeros no son lo que parecen ser. Y lo hace mediante un despliegue técnico envidiable además de una perfecta fotografía cuya función se basa en el menos es más, un tren atraviesa paisajes enormes mientras sus pasajeros no tienen escapatoria porque el mal se oculta en lugares pequeños.

“Asesinato en el Orient Express” es un relato moderno de una historia clásica contextualizada en formato de blockbuster entendiendo como tal “cine palomitero”. Su único objetivo es entretener, hacer que el espectador pase un buen rato, y para ello se olvida de recursos clásicos para narrar el misterio y opta por un tono humorístico e incluso nostálgico (nunca se olvida de la original) para crear el drama y contar su verdadera idea: la justicia y la moral no forman parte de la misma balanza.

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