De todos los diálogos que el guionista Joe Penhall ha adaptado para ‘Mindhunter’ (2017- ), el último estreno de Netflix, este es el que mejor define sus intenciones para con el espectador, no solo por dejar claro el conflicto central de la historia, sino por, ya desde el segundo episodio, establecer las bases temáticas y tonales de una serie que relata los orígenes de la psicología criminal, revelándonos no tanto el qué o cómo, sino el porqué de las atrocidades que criminales como Richard Speck, Monte Rissell, Jerry Brudos o Edmund Kemper cometieron a mediados de los 60´s y finales de los 70´s.

Como lo hizo años atrás con la sólida ‘House of Cards’ (2013- ), David Fincher dirige un puñado de los diez episodios que comprenden esta evolutiva, aunque renqueante serie, siendo los dos primeros y los dos últimos los que llevan la firma creativa del director estadounidense, uno de los pocos autores cuya obsesiva búsqueda de la perfección no lo ha alejado de un público que, por encima de inquietudes intelectuales o académicas, se contenta con el más terrenal entretenimiento. Así lo confirma su longeva y versátil carrera, desde su juvenil participación en los efectos especiales de ‘Star Wars: El Regreso del Jedi’ (1983), franquicia evasiva por excelencia, pasando por los premiados videoclips y controvertidos anuncios publicitarios que precedieron su entrada al mundo del cine, donde tras la pesadilla xenomorfa que significó ‘Alien 3’ (1992), ha sabido aprender de sus errores y hacer de cada título que lleva su nombre precisamente eso: suyo.

“Si hay una cosa de la que estoy seguro es esta: una madre no debería despreciar a su propio hijo. Si una mujer humilla a su pequeño, él se volverá hostil, violento y degradado. Punto.”

 Edmund Kemper (espectacular Cameron Britton), quien luego de matar a martillazos a su madre y arrojar sus cuerdas vocales al triturador de la cocina practicó sexo con su decapitada cabeza, es tal vez la más representativa figura de aquello que los detectives Bill Tench (Holt McCallany) y Holden Ford (Jonathan Groff) pretenden entender: la mente detrás del asesino. En una década donde aún se digería el terror ocasionado por Charles Manson y David Berkowitz, nadie se tomaba un segundo para estudiar lo que motivaba semejantes actos. “Han nacido así de dementes”, comentan unos oficiales de policía en el primer capítulo, mientras Holden intenta convencerlos de lo contrario, es decir, el que un desafortunado contexto social y familiar haya condicionado el comportamiento de quienes nadie optaba por escuchar, pero sí señalar.

“Mamá quiso estar con Hank. Pero Hank no quería criar al hijo de otro hombre. […] Nadie me ha querido. Nadie en esta tierra jamás me ha querido. Graba eso en tu maldita cinta”

‘Mindhunter’ presenta sus mejores momentos en los brutales interrogatorios que la pareja de detectives lleva a cabo a lo largo del territorio estadounidense. Armados de un magnetófono y una muy bien interpretada química profesional, la inagotable fascinación de Holden se complementa muy bien con la reactiva experiencia de Tench, abarcando entre ambos un amplio rango de emociones en las que el espectador pueda hallar cierta empatía. Pero no siendo esto suficiente, a partir del tercer episodio contamos con el académico punto de vista de la doctora Wendy Carr, interpretada por Anna Torv, rompiendo así con los moldes buddy-movie-nianos que anteriormente Fincher nos ha presentado (Somerset y Mills en ‘Se7en’ – Graysmith y Avery en ‘Zodiac’ – Durden y Durden en ‘Fight Club’).

Un exquisito montaje, donde cada corte viene acompañado del tamaño de plano perfecto para el momento que estamos viendo, y una exquisita y muy bien calibrada banda sonora, potenciando la atmósfera del momento, son algunos de los factores que me han llamado la atención de ‘Mindhunter’, una serie cuyo paciente y minucioso desarrollo evidencia las virtudes de su formato tanto como la decadencia de un Hollywood predecible y desprestigiado, donde la oferta de encorsetados remakes es cada vez más pareja a la demanda de masajes por parte de libidinosos productores que, si en Netflix se ponen las pilas, bien podrían inspirar la serie que los lleve al olimpo del entrenamiento.

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