Grupo: Tachenko + Bisiesta
Sala: El Loco

Por querencia, por cariño, por amistad y ahora también porque por carretera se tarda nada, los zaragozanos Tachenko tiene que pasar, en sus giras, dos veces por Valencia. Un envite de ida y vuelta que sirvió, en este caso, para rematar una eliminatoria que tenían ya ganada.

Del concierto de ida ya dimos buena cuenta en esta revista digital. Allí, Andrés Verdeguer, ya apuntaba hacia una bienvenida “media normalidad” y un ruido más áspero de las guitarras (www.vinilovalencia.com/conciertos.php?id=67). Y es que, si bien los maños dan sentido a la expresión del pop puro y melódico, cierto es que sus planteamientos se han “roquerizado” y “noisificado” un exquisito punto.

Pero, ya digo, ellos hacen pop mayúsculo y en la sala El Loco lo volvieron a desarrollar. Edu Baos al bajo (apostado táctica y acertadamente al fondo del escenario), Alfonso Luna (batería solvente y valenciano donde los haya), Sebas Puente y, por supuesto, Sergio Vinadé en punta de ataque consiguieron, de nuevo, aquello de hacer pasar los minutos como segundos. Hacer pasar hora y cuarto como si de un suspiro se tratara únicamente está al alcance de David Copperfield o de grupos que hacen de su directo una descarga de felices y pegadizas melodías.

Esta vida pide otra, su último y más potente trabajo, acaparó protagonismo y canciones como “Hacia el huracán”, “El mundo se acaba” o “No hay ley que se sostenga” sonaron radiantes y sirvieron para acallar, de una vez por todas, a los que dudaban del nervio y la alegría roquera del pop. Pero Tachenko ya tiene clásicos, y “ Afganistán“, “Amable” o “Entrada de artistas” fueron recibidas y coreadas con ovación y baile.

Para la curiosidad y el esfuerzo de hacer de la actuación algo especial e irrepetible, dos momentos: la versión de “Esta noche” del disco de 12 canciones sin piedad de 091 y la subida al escenario de una espontánea que, pandereta en mano, se marcó unos bailes ante la atónita mirada de la banda y la risa del respetable. Los bises trajeron el culmen con “El tiempo en los Urales” -con tremendo, ruidoso e instrumental final- y la descarga de vitalidad guitarrera y coral que es “Protestas pacíficas”.

La oportunidad de telonear no la desaprovecharon los valencianos Bisiesta; sabían que el escaparate era idóneo y es por ello que estrenaron formación (nuevo batería y ahora uno más en los teclados) y canciones. Han sumado un miembro y un instrumento y, para bien, se nota. Sus canciones, ahora más revestidas de matices, siguen siendo un homenaje al indie estatal de los 90; Cooper, Los Planetas y, claro, El niño Gusano (de los que hicieron una versión) son sus padres; la madre, una señora que viste de pop y noise, era promiscua. “La droga más blanda” o “Supernani” son algunas de las nuevas composiciones que sonaron mejor que nunca, culpa también del nuevo y más potente percusionista. Un pequeño paso más para no perpetuarse como eternos maqueteros.

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