Grupo: SOS 4.8 2012
Sala: Recinto Ferial de la Fica

Según la organización, hasta 64.000 personas han pasado por el recinto de La Fica donde, y por quinto año consecutivo, ha tenido lugar el SOS 4.8 de Murcia. La crisis azuza también a los macrofestivales, y el SOS 2012, con un cartel jugoso, ha perdido 16.000 asistentes con respecto a su edición pasada. Cifras, de todos modos, nada desdeñables y, si me apuran, casi preferibles para la buena circulación y menos aglomeración del personal tanto en escenarios como en barras.

En cuanto a lo musical, 48 horas han dado para mucho. Perfecto cumplimiento de horarios y más que aceptable calidad técnica y sonora para un festival que, por poner algún pero, debe tratar de evitar que se mezclen los sonidos entre escenarios principales (la cercanía y comodidad para el rápido desplazamiento entre el Jägermeister y el Estrella Levante, se vio emborronada por esa suciedad acústica que, en ocasiones, afeo las actuaciones) y matizar los precios de las consumiciones (pues la crisis afecta a todos y no es plan de salir a hacer botellón para perderse los bolos).

¿Los más destacados? Internacional: Mogwai, Gossip, Pulp y Yuck. Nacional: Bigott, Grupo de Expertos Solynieve y Oso Leone. Pero vamos, que ahora se lo cuento…

VIERNES 4 de MAYO

Narrar un festival en primera persona implica subjetividad y, sobre todo, selectividad. Uno, que por el momento no domina el poder la ubicuidad, debe seleccionar que actuaciones ver; a veces acierta, otras veces erra y otras, simplemente, decide descansar o beber.

Llegué el viernes, a lomos de un coche repleto de amigos, todo lo pronto que permitió la jornada laboral. Pero pronto era ya tarde y, por lo que cuentan voces autorizadas, The Magnetic Fields se habían marcado un delicioso espectáculo en el Auditorio Mondosonoro que, sin embargo, no fue entendido por el grueso del público festivalero y madrugador. Además, las entradas de Kiko Veneno habían volado en el mismo recinto y Nacho Vegas se había agotado con el sol, con lo que me dirigí, sin elección, a estrenarme con The Kills en el escenario grande.

El sonido punzante del dúo británico-norteamericano se antojó demasiado agresivo cuando el público todavía comenzaba a entrar en calor. Poca atención llamó el rock con dejes punkis de una banda que no alcanza, ni de lejos, la suela de sus archicomparados The White Stripes. Tal vez por ello (y por petición popular de las gentes que me acompañaban y acompañaron el resto de los días) abandoné a la oscura pareja camino del bolo de The New Raemon en el Jägermeister.

Ramón Rodríguez trata de exprimir en el festivaleo estival, las últimas gotas de su gira. Una puesta en escena más roquera y eléctrica a la que nos tiene acostumbrados en sus melosos discos y que ya encauzaba en su notable e incomprendido Libre Asociación. Potencia con control de una formación rodada y con un capitán que sabe bien lo que se hace pero al que le sigue faltando, y eso se transmite para mal, ilusión y garra de directo. Sus canciones más celebradas no varían: “Tú, Garfunkel”, “Te debo un baile” y “Mano izquierda” (casual y tristemente, las dos últimas, tomadas prestadas del repertorio de Nueva Vulcano).

Retorno al escenario grande, pues ya eran horas de baile y con eso, Frirendly Fires, amenzan desde sus discos. La advertencia de sus álbumes no fue en vano y los ritmos funk disparados a base de guitarrazos, golpes de bajo y sintes inundaron el mar de bailongos que ya abarrotábamos la primera jornada del festival. Tal vez son algo monótonos, pero inexorable no mimetizarse con los imposibles bailes de Ed Macfarlan; todo un espectáculo el frontman de los británicos que se dio el primer baño de multitudes de la noche correteando, más metros de lo recomendable, entre el océano de gentes. No se ahogó en el intento y dejaron una buena sensación sin clasificarse, no obstante, entre los mejores conciertos de la festival.

En el escenario de menor tamaño (pero potente y satisfactorio como el licor que lo vestía) ya habían arrancado unos inspirados Grupo de Expertos Solynieve. Tras la pequeña decepción que había supuesto su concierto en Valencia meses atrás (algo faltos de ganas y rodaje) fue todo un deleite contemplar las canciones de sus dos álbumes hasta la fecha sonando, por fin, consistentes como cantos rodantes. Con Jota y Manu en harmonía, la banda granadina hizo ostentación de sus galones, y canciones como “La reconquista de Granada”, “Claro y Meridiano” y, sobre todo, “Tú, misionero de Dios” se proyectaron countryrockeras y con el soplo de aire sureño y la sorna que sólo un andaluz puede parir. Acabaron con “La Reina de Inglaterra” y no se olvidaron de dejar un recadito al insigne “cazaelefantes” Juan Carlos I.

El cansancio y el hambre hacían mella pero era el turno del cabeza de cartel y éste no permitía ni reposar ni avituallar. Pulp salían al escenario capitaneados por ese Jarvis Cocker cuya figura aglutina todas las miradas; nada hay a su alrededor más que el majestuoso despliegue sónico y lumínico que secundan un repertorio tan bestial como el de los británicos. No es que defraudaran, porque con la retahíla de temazos que atesoran y que interpretan a la perfección con la punta del prepucio es improbable (“Do You Remember The First” , “Underwear”, “Razzmatazz” o “Disco 2000”); pero el concierto decayó hacia la mitad y solo alcanzó el culmen, por supuesto, con “Common People”. Un tema de esos imperecederos que fue, es y será.

¿A quién se le ocurre meterse en un auditorio tras el ciclón Jarvis? Enric Montefusco y Raúl Refree habían programado un show que se anunciaba diferente y transgresor y lo cierto es que esos adjetivos los poseía. La estampida de gentes y el teatro casi vacío no iban en mala dirección, pues aquel no era ni el contexto ni, sobre todo, el momento de semejante paja mental. Cuidada puesta en escena y bella interpretación de un espectáculo coral de cuyos capítulos sólo pudimos aguantar un par. Habrá que encontrar otra ocasión para digerir el «Requiem por tu puta madre”. En aquel momento se antojó infumable.

Desde la puerta del auditorio ya se escuchaba la potencia de Gossip, un grupo al que (quitando de algún baile que otro) no le había prestado mucha atención. Sin embargo, la banda liderada por la oronda Beth Ditto la estaba liando gorda a unas horas idóneas para darle al público temas como “Heavy Cross” o “Standing of the Way of control”. Vale que el 70% son la potencia y la asombrosa agilidad de la frontwoman, pero junto a ella una banda de querencia y look clásicos conjuraba el agresivo disco con las influencias guitarreras del rock de manera más que biensonante. Homenaje a la Spears mediante, le dio a aquello un tono festivo en el que, la verdad, me introduje gustoso y lubricado. Todo un portento y una sorpresa en la recta final de una noche de directos que la propia Ditto no estaba dispuesta a dar por cerrada. Pelos como escarpias cuando en el cierre (teóricamente improvisado) la energética cantante, y tras lanzarse en bomba al respetable, arrebató la gorra a un seguridad para, con ella puesta, marcarse un “I Will Always Love You”.

Para finalizar, a los que nos gusta bailar con guitarras nos las vimos putas entre la omnipresente oferta electrónica. Pero casi mejor, aún era de noche cuando tocamos mare.

SÁBADO 5 de MAYO

Este año no había conciertos en la Plaza de las Flores dentro de jornada sabatina. Error. Allí se recuerdan algunos de los mejores momentos del pasado año. Si alguien con poder para hacerlo llega a leer estas líneas, por favor, hagan por revivirlos.

Lo que no varía es el aperitivo a base de “marineras” y cañas, perfecto para afrontar con garantías la segunda y definitiva jornada del festival. Más si se pretendía alborear como era mi caso ya que los mallorquines Oso Leone iban a asomar el hocico por el escenario Jäger cuando el sol todavía dolía. Llegamos en el remate pero dos temas fueron suficientes para quedar encandilados con su rock acústico de tintes progresivos y soleados. Volveremos a buscarlos.

Intentamos aguantar a Parade pero duramos poco. El murciano suena resultón en disco pero en directo fue difícil de soportar. Tras el susto, y con un puñado de amenazantes nubes en lo alto (¿culpa del propio Parade?), nos movimos destino Yuck. Gran acierto y gran felicidad. Pronto me di cuenta de que estos súbditos de Jesus and Mary Chain nos iban a proporcionar sensaciones de placer. Oleadas de ruido eléctrico comenzaron a traspasar los cuerpos de los allí presentes dejando el esqueleto en un estado de incomodidad tan maravilloso como paralizador. Shoegaze desgarbado con breves motivos melódicos de color al son de los cuales comenzó a caer una fina lluvia tan santificadora como la cerveza que ya ganaba en porcentaje a cualquier fluido en nuestras venas.

Intento de Antònia Font pero, y pese a comenzar con temazos como “Me sobren paraules” o “Clint Eastwood”, no llegaron a conectar con el público pues, quitando del cantante Pau Debo, el grupo no transmitía mucha emoción. Quizá aquello viró, pero yo cambié al escenario tocho para ver a Bigott. No exagero un ápice si califico el concierto del maño como el mejor de los nacionales. Existían vacilaciones sobre si Borja Laudo y su banda habitual (Paco Loco, Muni Camón, Clara Carnicer y Esteban Pereles) iban a sentirse confortables o, incluso, estar a la altura de tan amplio escenario. Zas, en toda la boca. Impresionantes de principio a fin merced a un repertorio que adecuaron para la ocasión y que sonó potente, rugoso y ruidista. Cierto que viajaron por el pop, el contry y el calypso, pero la base rock tuvo tanto empaque que aquello recordó a los buenos Yo La Tengo. Instrumentistas en inspirados (¡Oh, Paco Loco!) y un frontman que no sólo hacía gala de voz sino de unos bailes inenarrables. Poca risa.

El que escribe lo tenía claro y quería Mogwai de principio a fin. Una pena la coincidencia con Delorentos pues los allí presentes hablan en positivo del despliegue de los irlandeses. Pero los escoceses son palabras mayores y, pese a no ser la primera vez, uno siempre está dispuesto a ser penetrado por sus hipnóticos conciertos. Comenzó la cosa con dudas ya que se tuvo que retrasar (cosa poco habitual en el festival) el concierto por vicisitudes técnicas. Eso, sumado a un inicio en el que falló por completo el voltaje de toda la instalación eléctrica, hizo que me temiera lo peor. Pero sus canciones son catedrales y de algunas de ellas tiraron (“I´m Jim Morrisson, I´m Dead” o “Friend of the night”) para convertir aquello en una fiesta de decibelios de la que uno hubiera soñado con nunca salir. Al elenco de robots de perfecta ejecución de emociones que es Mogwai se unió un polifacético nuevo hombre de raza negra que igual se cantó las distorsionadas voces de “Hounted by a freak” se tocó unas guitarras o lució un violín. De su último álbum, «México Grand Prix» o «Rano Pano» dejaron claro que siguen en forma. “Mogwai fear Satán” apuntilló la faena arramblándonos con un tsunami sonoro del que todavía estoy reponiéndome. Como tras una noche de buen sexo: plena satisfacción pero bajón físico y esa sensación de que nada puede ir a mejor. Y así fue, pero aún lo pasamos bien.

De lo que quedaba, nos quedamos con la enésima puesta en escena del siempre efectivo y efectista espectáculo que se marcan The Flaming Lips. Para el que no lo haya vivido (bola, confetis y pantallas incluidas) siempre un recuerdo imborrable. El que ya lo lleva viendo varios años, pues ya sabe. Pero las canciones y vitalidad de Wayne Coyne y los suyos siguen contagiando a borbotones. El escenario, por cierto, lo abarrotaban decenas de eróticas Dorthys que rozaban la minoría de edad que convirtieron aquello en un idílico y a la vez morboso y obsceno cuadro. Los damnificados fueron El Columpio Asesino cuyo “Toro” se dejaba mezlcar en el ambiente y que, espero, pueda bailar en próximas citas festivaleras.

Para rematar, el camino fácil de Love Of Lesbian nos volvió a cautivar. Tienen canciones (muy buenas) y ya saben de sobra como reventar a una gran audiencia sedienta de hits y entregada al karaoke. Cumplieron con creces y siguen ajercitando la caja registradora.

Hoy sí encontramos donde bailar… pero eso ya me lo tendrán que contar.

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