Grupo: Havalina + Kai Mars
Sala: Loco Club

El romanticismo se hizo patente cuando, al principio del concierto, una voz grabada agradeció al personal haber acudido a la sala y apoyar la música en directo. Algo similar al inicio del Ritual de lo habitual de «Juana’s Adicción». Pero después, en pleno clímax de ruido y furia, se demostró definitivamente que Manuel Cabezalí (voz y guitarra) y sus secuaces, Javier Couceiro (batería) y Jaime Olmedo (bajo), son unos tipos con estilo. El arsenal de guitarras de Cabezalí y la técnica de los dos integrantes que conforman el trío dieron la muestra del poderío que siempre se dice que Havalina tiene en directo.

Actuación de Kai Mars. Foto: Susana Godoy (Alquimia Sonora).

Actuación de Kai Mars. Foto: Susana Godoy (Alquimia Sonora).

Pero antes de eso, a los setabenses Kai Mars se les presentaba la oportunidad de abrir la noche. El quinteto desplegó su mezcla de metal progresivo y rock interpretando temas de su EP debut, In the Eye of the Hurricane, que vio la luz en 2015. La vocalista, Ana Mars, tiene aptitudes indudables para cantar, aunque no terminó de transmitir la química necesaria debido a que quizá las letras no tenían el empaque necesario. El teclista, Javier Badia, sí que dio una exhibición y en ocasiones suplió las carencias y las idas y venidas de tempo en la guitarra. Pese a algunos problemas de directo, la banda de Xàtiva dejó un buen sabor de boca a los asistentes que ya se congregaban en Loco Club.

Llegó la hora de Havalina, un trío que a estas alturas ya no necesita presentación y cuya nueva referencia, Muerdesombra, cumple tres meses desde su lanzamiento. Los madrileños se ocuparon de interpretar el disco al completo y hacer sonar temas como «Más velocidad», «Nacidos de la bruma» o «Abismoide», y así, lograron ambientar la sala valenciana con el sonido lúgubre, en ocasiones futurista y en otras frenético que caracteriza al noveno trabajo del colectivo liderado por Manuel Cabezalí.

Foto: Susana Godoy (Alquimia Sonora).

Foto: Susana Godoy (Alquimia Sonora).

Además, la banda realizó una mirada al pasado y recuperó canciones de anteriores referencias como Imperfección («Sueños de esquimal», «Imperfección») o Las Hojas Secas («Objetos personales», «Punto de reconciliación»). Cabezalí empleaba una guitarra para cada canción, y de cada instrumento sacaba un sonido completamente distinto a la par que impetuoso. De esa forma, llegaron momentos de post-rock, bucles stoner interminables, riffs al más puro estilo Tom Morello, como en «Alta Tormenta I», y auténticos hits como «Incursiones». El apoteosis guitarrero concluyó en un orgasmo colectivo -deberían haber visto la cara de Cabezalí- con «El Estruendo», un tema que, sin ningún lugar a dudas, hace honor a su título.

 

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