Grupo: Summercase 2008
Sala: Parc del Fòrum (Barcelona)

Se libró la batalla y luego se hicieron los números. Pero lo que importa, más allá del negocio, es el conjunto. En total, sumando las cifras oficiales, 229.000 personas se metieron entre pecho y espalda el puñado de conciertos que ofrecían el FIB y el Summercase entre Barcelona, Benicàssim y Boadilla del Monte en poco más de tres días. Y sólo cabía una reflexión, ¿es grande o no es grande la música más allá del vil metal y la absurda competencia?

Aunque todos formemos parte de esa rueda capitalista y seamos incapaces de negar la mayor y afirmar sin complejos a la vez que un pequeño pellizco, lo que diesen de sí al agarrar el pulgar y el índice entre tan mareantes cifras, arreglaría unas cuantas cosas, también disfrutamos como enanos de escenario en escenario llenando de sonidos nuestras orejas y las almas de felicidad para al acabar sentir, tras haber derrochado unos cuantos euros, completo nuestro banal objetivo.

Unos lo coseguimos en el recinto del Fòrum de Barcelona a través del Summercase. Increíbles momentos, dos por encima de todos. Uno, la vuelta de unos The Verve con todo. Y todo podría resumirse en su gran obra, Urban Hyms, un disco al cual levantaron un monumento frente al Mediterráneo que baña la costa barcelonesa. La traducción, himnos urbanos, se convirtió entonces en el hilo conductor del festival, hasta que, transcurridas prácticamente 24 horas, al calor de una pequeña carpa y al grito de «esto no se para», Facto Delafé y Las Flores Azules ofrecían el concierto más emotivo del festival ante un público volcado con ellos. De ahí el titular, himnos urbanos y las flores azules.

Viernes18 de junio

Euromed Valencia-Barcelona. Taxi. Descargar maletas. Un abrazo a los amigos. Las primeras cervecitas. Y Edwyn Collins por el aire. La primera jornada iba a ser ya una correlación de grupazos de gran nombre. La primera impresión al llegar al Fòrum, que la entrada estaba más lejos, que una carpa se había transformado en otro gran escenario y que éste estaba más abajo, aunque eso no lo descubriríamos hasta el sábado.

Por ahí hablaban regular del concierto del ex líder de los Orange Juice y fatal del de Ian Brown. Y ya que de alguna manera había que desvirgarse en esta tercera edición del Summercase, qué mejor que hacerlo con Nick Cave y su pasatiempo Grinderman. Enérgico, apabullante, atronador, al fin y al cabo, rock and roll sin aditivos, Cave se agitó de más a menos durante prácticamente una hora al ritmo que marcó un buen concierto hecho con los rudimentos más básicos, que hay que ver cómo suenan cuando son hechos sonar con toda la rabia. Sobre el escenario, también, Warren Ellis, hecho de la misma pasta que Cave, colaborando en hacer todo el ruido que esconde el importante único trabajo de estos Grinderman.

Luego era turno para uno de los principales reclamos del festival, la actuación de Blondie. Mucho público estaba dispuesto a disfrutar de una importante colección de hits archiconocidos, y así lo hizo. Y aunque sea un tópico en estos casos, hay que decirlo, la edad no perdona aunque «Maria», por ejemplo, sonase igual de bien desde el escenario como lo hace en cualquier pista de baile.

Interpol era otra de las citas que mayor curiosidad despertaban. Su trayectoria venida a menos en tres álbumes había que medirla sobre el escenario. Funcionaron las canciones, sobre todo las de sus dos primeros discos, como «Slow hands», «PDA», «Obstacle 1», «Roland» o «Evil» a la que se le ha quedado lo de Rose Mary de por vida. Porque personalidad no les falta y su debut sigue entre lo mejor de los ya últimos seis años, Interpol defendieron su parcela en el lado oscuro a base de precisos riffs de guitarra con mucha honra y porque son capaces de marcar afilados dientes de sierra como los citados.

La difencia, la odiosa comparación vendría después. Con The Verve. Richard Aschcroft y los suyos la emprendieron donde lo habían dejado todo precisamente. «Come on» es el último corte del enorme Urban Hyms, y así comenzaron a levantar un concierto que fue un monumento a dicha obra. Siguió con «Sonnet» y no había más. Los himnos urbanos, Barcelona y el Fòrum donde se pierde la Diagonal. Era el techo de la primera noche de un Summercase que se abrazó a The Verve en su bendita y necesaria vuelta.

Al parecer no es tarde para decir todo lo que se han ido dejando en el tintero tras once años. La tenue «Drugs don't work», «Lucky Man», tantas otras y cómo no, la bella «Bittersweet Symphony». El listón lo dejaban muy alto, y por poner un pero, la eufórica actitud de Richard Aschcroft, que a lo mejor podía romper prejuiciosos arquetipos pasotas del britt pop. Por lo demás, un monumeto.

Por si acaso, quedaba Primal Scream para abrochar la noche. Pero tampoco hacía falta porque lo acababan de hacer The Verve. Sin embargo, ahí quedaron otro puñado de himnos como «Swastika Eyes», «Rocks» o «Movin' on up» para dejar al más pintado como unas castañuelas hasta que sol molestase.

Sábado 19 de julio

El secreto mejor guardado de la segunda jornada del Summercase estaba, ya ves, en la única carpa de todo el recinto. Pero antes había que al menos ojear un buen puñado de conciertos empezando por los Antònia Font que engancharon de principio a fin de su actuación. Ya se sabe, pop de calidad el de unos mallorquines siempre a la altura de su bello repertorio del que lo único que nos apetece es que siga creciendo en estos momentos.

Sin con los Antònia Font el público era del terreno, arriba había convención de guiris con The Kooks. Nada nuevo bajo el sol. En el tercer escenario en discordia la curiosidad la picaban Shout Out Louds, que saciaron en parte la avidez de descubrir bandas nuevas, algo que este Summercase no ponía muy fácil. Estos suecos del mismo Estocolmo consiguieron hacer pasar un rato más que agradable. Lo suyo, como al parecer manda la tradición nórdica, es hacer pop de calidad. Siguiendo un línea difusa, pongámoslos entre Manchester –The Smiths– y Sheffield –Pulp-, precisamente hoy, con las licencias que trae consigo cualquier modernidad; hay que decir que lo consiguen con creces.

Todavía cazamos a Dorian, y siguiendo con los himnos del día anterior, la bella y emocionante «A cualquier otra parte» en el epílogo de su concierto fue de nota. Llegaba el turno de los conciertos con asterísco señalados en el horario. Primero The Breeders. Concierto a más y apenas sin mácula. Consiguieron despejar cualquiera de las dudas que dejaba su vuelta con el discreto Mountain Battles y sonaron importantes.

Desde el tendido se vio a The Stranglers, que tuvieron en las primeras filas a los de su quinta e hicieron sonar otro puñado de himnos como «No more heroes» o «Golden brown». La cosa iba ya entonces de pesos pesados hasta dar con la sorpresa. Kings of Leon sobre el escenario. Al concierto de los chicos le faltó la garra inocente de su primer trabajo, es decir, más canciones de aquel. Pero al parecer el sambenito del rock sureño pretenden sacudírselo con discos de sonido más maduro como su último «Because of the times» y temas que sonaron redondos como «On Call» o «MacFearless». No les faltó entrega ni respuesta del respetable, pero faltó ese último trago que hace berrear al vozarrón del primo de los hermanos Followill.

El trago fuimos a buscarlo a la barra y buscamos la entrada de la carpa a rebosar por un lateral. Era la hora de Facto Delafé y Las Flores Azules. De lo sucedido a partir de entonces durante una hora es difícil de explicar. Las emociones se sucedieron y como ellos cantan, las almas temblaron. De entrega total. Comunión perfecta, el público se entregó a Marc, Óscar y Helena como ellos al público. Canciones preciosas de esas que alegran los corazones y dibujan sonrisas. Óscar es un torbellino y Helena todo lo que hace, canta o dice, al parecer, debe ser tremendamente bello, tremendamente dulce. Allí lució el sol y la felicidad se podía palpar. Esto no se para, esto no se para, esto no se para, y allí la emoción desbordó más de una lágrima. Seguro.

La belleza entre otras cosas debe ser el concierto de Factó Delafé en el Summercase de Barcelona, que debe ser lo mismo que tocar el cielo.

Y del cielo al infierno, el paripé de los Sex Pistols. Así, Johnny Rotten disfrado de hombre árbol, no debía ser el punk. Pero ya se sabe lo que pasa con las formas, que se pierden. No había rabia, y el resultado quedó como fingido aunque más allá de lo musical, los fieles y nostálgicos seguro que disfrutaron.

Le echamos un vistazo a CSS que no enardecieron. Kaiser Chiefs, desde su respetable y ganada a pulso segunda fila, tenían la obligación de defender la nueva ola. Logro conseguido porque en su corta carrera han reunido varios temazos y lo suyo sobre el escenario es todo entrega.

Y llegó el último turno. Estaba reservado a unos Planetas que no fallaron. Aunque lo de J no sea precisamente entrega desbocada. La banda funcionó como corresponde a las grandes ocasiones y dejaron claro una vez más porque son lo que son transcurridos quince años desde que todo comenzase. El concierto arrancó por La Leyenda del Espacio en su primera mitad. Se asomaron a la reja, levantaron el segundo premio y tuvimos claro que aquello se trataba de un buen día. Otro más. Haciendo gala de esa ética tan suya sobre el escenario a la que es muy complicado no rendirse, así, de la mejor manera, el Summercase acabó por alegrías (del incendio).

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