Grupo: Za! + Perro Grande + Montefuji
Sala: Murray Club

Apoteósico el directo de la pasada noche en la sala Murray Club; digna de elogios la apuesta que por segundo año consecutivo agrupa en un mismo cartel a bandas pertenecientes a la línea marcadamente instrumental (y otras que se amoldan para el momento); una iniciativa arriesgada, atrevida, sin miedo al rechazo. Así es el Ciclo de Rock Instrumental (CRIV).

Los castellonenses Montefuji abrieron la noche. Suya fue este año -el pasado fue de Modelo de Respuesta Polar- la osadía de trasladar al formato puramente instrumental un repertorio centrado en la parte vocal. No fue el caso, al mantener la estructura intacta de los temas que componen su EP, Iceberg, seis temas de pop elegante centrados en el tono épico de la parte vocal que resuena al sonido que catapultó hace unos años a Vetusta Morla, con ecos de Standstill. A diferencia de éstos, en directo, las canciones de Montefuji se hacen más rugosas y menos nítidas al aumentar la saturación y distorsión de los muchos pedales que dotan a la banda de un sonido propio.

Los segundos en tocar fueron los valencianos Perro Grande, un trio de post-rock ruidoso y energético. Desde los primeros segundos, la primera línea de fuego se sintió cómoda sobre el escenario de Murray Club, entre miradas de complicidad y descargas de rabia contenida, flanqueada por una batería poderosa. Una interesante apuesta muy a tener en cuenta.

Con el escenario encendido, tras una distribución de grupos sabiamente elegida para lograr el efecto in crescendo que llevó hasta la apoteosis que todos estábamos deseando, el motivo principal de la crecida afluencia de asistentes a lo largo de la noche. Entre el público, muchos curiosos deseosos de saber qué era eso que hacen en concierto la banda catalana Za! para desfilar en cualquier medio especializado como uno de los directos más atractivos de la escena musical independiente patria; otros tantos, los que queríamos volver a sentir fluir por nuestras venas el ritmo vitalista de una droga de diseño única e irrepetible. Fuera cual fuera nuestro motivo, entre la curiosidad y el deseo, el magnetismo de los catalanes atrajo hasta sus pies la mirada babeante de todos los que sucumbimos al frenético baile del inédito dúo.

No voy a tratar de explicar en qué consiste su fórmula, pues acabaría resultando una disertación filosófica sobre la felicidad, un artículo sociológico pretencioso y aburrido o, posiblemente, un texto de aparente vocación científica volcado en explicar el complejo aparataje de nuestra propia ingeniería cerebral. De estar viviendo varios siglos atrás, sencillamente diríamos magia negra. Las etiquetas musicales se resisten a pegarse sobre sus vestimentas. Para quien no los haya visto y escuchado en directo, lo suyo es algo así como el sonido africanista de Konono Nº1 reducido a dos blancos multiinstrumentistas superdotados (uno con bigote y el otro melenudo) capaces de condensar en un directo de una hora toda la tradición musical de una cultura ancestral.

Papa DuPau (Pau Rodríguez) y Spazzfrica Ehd (Eduard Pou), únicos integrantes de la formación, aprovecharon la cita con el presente evento para iniciar la gira de presentacion de su tercer y último trabajo de estudio, Wanananai, de nombre tan incomprensible como el carácter epileptógeno de la banda. No esperen en este nuevo directo inéditas invenciones, es más una vuelca de tuerca de un sonido que desde la primera nota es único, free jazz ruidoso a ritmo de música étnica africana. Es la propia reafirmación de una banda que aspira inconscientemente al culto.

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