Lo pasamos en grandeQuique Medina 26 octubre, 2007 Grupo: III Heineken GreenspaceSala: Greenspace Que el taxi que nos llevaba al Greenspace se accidentara en mitad Avenida del Puerto y nos dejara allí colgados, a 30 minutos andando de la sala, no fue el mejor de los augurios para una noche de viernes que empezaba a gestarse. Tuvo todo que ver el accidental hecho en que nos perdiéramos a Herman Düne. Pero a veces los presagios no salen victoriosos y la velada musical, ahora os la cuento, fue altamente satisfactoria y coherente. Y, sí, la carrera la pagamos, pero lo pasamos en grande. Si descubren que cito la marca Gibson en más de una ocasión en la crónica, será porque nunca vi tantas juntas en una sola noche. Creo que huelga decir entonces que el regusto a folk nortemericano (y eso que había más británico) empapó el pop de todos los grupos que por allí desfilaron. El Espacio Verde y el bar (sólo hay uno) colindantes, presentaban el aspecto de las grandes citas; vespas, patillas, corbatas y una media de edad de trentaytantos era el panorama, para que se hagan una idea. Parecía que, esta vez sí, la Heineken se iba a llenar, y eso que a pocos kilómetros, en la sala Mirror, The Waterboys habían vendido todo el papel. En Valencia cada vez hay más oferta musical y la ciudad, cuando hay calidad, responde, a las pruebas me remito. El primer concierto pues: Richard Hawley. Las expectativas de ver al ex de Pulp en solitario en todo lo alto. Él es un gentleman, un crooner con regusto vintage, así que no nos extrañamos cuando los vimos salir, a él y a los tres de su banda, completamente trajeados. Gris eléctrico y a medida, la indumentaria de Hawley hizo juego con un desfile de guitarras entre las que destacaron las preciosas y biensonantes Gibson. La sala, además, sonaba mejor nunca –y así se mantuvo all the night- y ya ello ayudaba, ya digo, la numerosa asistencia. Con tono de voz intenso que recordaba por momento a Morrissey, Hawley se decantó por un estilo robusto y técnico que le asemejó a Roy Orbison y nos cautivó a todos. Exquisita técnica y mejores músicos (guitarra –a veces con el doble de cuerdas-, cello y batería) hicieron de la actuación de más de una hora la mayor de las delicias de la noche. Sólo un pequeño mechón de pelo se manifestaba, rebelde en su cabeza, en contra un concierto perfectamente peinado y modulado hasta el mínimo detalle. Rock de raices puras que torcieron hacia el rockabilly y el pop folk, que posicionaron a Lady´s Bridge, su útimo trabajo, como acaparador y protagonista del envite. Corriendo nos fuimos a degustar algo de la primera parte de Grupo Salvaje. El grupo gallego tenía que venderse por partida doble y esta primera exposición se trataba de versionear a artistas del género. Y el género era como no, el folk country, y no era una sino dos Gibson las que el sexteto portaba. Efectos hipnóticos y pausados para una actuación con personalidad y buen hacer que nos hizo olvidar que compartimos fronteras y pasaporte con un grupo que, si por su música fuera, serían de la costa oeste norteamericana. Pero si hablé de vespas y patillas al principio y en nuestros estómagos repiqueteaban los nervios de las citas importantes, es porque por allí, entre bastidores, andaba Paul Weller. El dios de los mods venía a mostrarnos su versión acústica junto a, posiblemente el mejor guitarrista del U.K., Steve Cradock (Ocean Colour Scene) que, por cierto, calzó Gibson en algunas fases de la actuación. Salieron ambos con esa prenda tan británica que se mueve entre la sudadera y el chándal brillante, y las canas de Weller nos recordaron que estábamos ante historia viva del pop rock. Pero que el pelo cano –extraña y estudiadamente cortado, por cierto- nada han alterado la pasión y la fuerza de antaño, es algo que descubrimos ya en los primeros instantes de la actuación. También es verdad que nos gusta más la versión eléctrica del Paul Weller, pero el acústico que proponen “El Quijote de las islas británicas” y su “Sancho Panza Cradock” no es precisamente tibio: la potencia sónica engañó en alguna ocasión a los ojos y, por momentos, se hubiera dicho que en lugar de dos eran una banda. Acústicas y teclados, les fue indiferente, sirvieron de pretexto para mostrar destreza y elegancia pop con toda la rabia del rock. Si hay que reprocharle algo al ex líder de The Jam y Style Council es tal vez eso: que no hiciera apenas concesiones a su mítico pasado y repertorio y ofreciera un concierto muy centrado en sus últimos pasos en solitario que, por otra parte, bien disfrutarían sus mayores acólitos. “Butterfly Collector”, “Foot of the mountain”, “Shadow in the sun” o “You do something to me” se han convertido ya en instantes irrepetibles para la memoria en una actuación que se alargó hora y media en el tiempo y que tuvo el regalazo final de la presencia de Hawley en el escenario, por lo que fueron tres caballeros del pop los que se despidieron entre ovaciones. La tripa ya estaba llena de Heineken y a la cabeza le daba por nublarse, así que perderse la segunda tanda de Grupo Salvaje fue necesario para, como bien me aconsejó en su día mi madre: “Si vas a beber come antes”. Pues eso mear y cenar y a por Sunday Drivers. Algunas vespas ya se iban pero, aunque nacionales, Sunday Drivers y The Pinker Tones tenían que enseñar propuestas. Los toledanos Sunday Drivers, sí decidieron ser más condescendientes que Weller y, además, de dar rienda suelta a su último Tiny Telephone decidieron apaciguar a las fieras con sus éxitos verbigracia “On my mind”, “Time, time, time”, “Can´t you see” o “Happy song”. En cuanto a las sensaciones, nos ocurrió como en tantos otros conciertos de “los domingueros”: que lo pasamos bien, pero por momentos su pop campero y “beetleniano” se nos hizo monótono y algo tosco. Sería la Heineken. Pero hubo sorpresa final de las que gustan y es que, para disgusto de los que habían hecho el mutis foro a lomos de su Vespa o Lambretta, salieron Paul Weller, Cradock (al que acompañó una pequeña niña –supuesta hija-) creando un bucólico cuadro cuyo borchazo final fue , no por casualidad, el “I shall be released” del archoversionado Bob Dylan . Aunque gran parte del contingente abandonaba ya el Greenspace, The Pinker Tones, en su línea, hacían bailar a una sala 2 a la que, por la excitación subyugada por los electrónicos catalanes, le quedaba mucha noche por delante. GALERÍA FOTOGRÁFICA http://www.vinilovalencia.com/albums.php?id=18 Hacer Comentario Cancelar RespuestaSu dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente.