Grupo: Maronda + Damien Lott
Sala: El Loco

(fotos: David Blutaski)

Pues sí, ya era hora. Tras una larga espera para aquellos que desde el principio hemos seguido la trayectoria de Maronda, si es que se puede decir que la tengan, la noche del sábado en la sala El Loco fue motivo de reunión y celebración, pese a la media entrada que registró la sala. En esta ciudad ya se sabe, eternos profetas.

A Maronda volveremos después, ya que antes, y también formando parte del sello organizador del evento, Absolute Beginners, abrieron la noche los fantásticos Damien Lott.

Fantásticos por la puesta en escena, con Pablo Catalá (batería) y Jordi Ortolà (percusión) conjuntados, entrelazados y en ocasiones doblándose entre sí con técnica y pasión a partes iguales. Borja Baixauli al bajo, en la parte menos vistosa pero imprescindible y comandados por Carlos Soler, del cual ya se ha escrito largo y tendido acerca de su condición de pequeño gran genio tanto compositiva (es el único responsable del disco debut homónimo, componiendo, tocando todos los instrumentos y produciendo) como técnicamente. Sin duda uno de los mejores (si no el mejor) guitarristas del panorama local: recursos brillantes en cualquier registro, gusto exquisito por los fraseados y magnífico con la combinación de las pedaleras.

A todo esto, le sumamos un buen puñado de canciones que, tanto en castellano (“Fuego amigo”, “Diluvio”, “Algo grande”) como en inglés (“Erase and fall”, “Impersonator”, “Good intentions (go to Hell)” deberían hacerles sonar infinitamente más en los medios nacionales. Estructuras laboriosamente trenzadas, en muchas ocasiones con multitud de callejones en los que merodear pero nunca perderse, siempre girando la esquina y volviendo a la luz.
Quizá la gran variedad de estilos, aunque siempre cobijados bajo el casi infinito paraguas del pop, pueda distraer la atención en momentos puntuales, pero tirando de metáfora de saldo, no se le pueden poner puertas al campo.

Damien Lott hubieran dejado en ridículo tras tal despliegue a un número tan grande de bandas que se me vienen a la cabeza que es mejor no pensarlo, así que la sobriedad de la propuesta de Maronda, en cierto modo, era casi la mejor opción.

Acostumbrados a haber visto a Pablo Maronda casi siempre en solitario con su acústica, y tras declarar en más de una ocasión que no suelen ensayar demasiado a menudo (por no decir apenas), la puesta de largo de El fin del mundo en mapas se antojaba enigmática, aún contando con músicos ya experimentados, como Paco Beneyto, pero especialmente Marc Greenwood y Dani Cardona.
Cierto es que la banda necesita rodaje, en abundancia, pero también lo es que con el paso de los minutos la mejoría fue ostensible e incluso producto de la confianza Marc, neófito de las seis cuerdas, acabó echándose la guitarra a la espalda al más puro estilo LHR.

Repartido el peso de las canciones entre el resto del cuarteto, Pablo Maronda se encontró mucho más suelto ante el micrófono y, ya sea por la búsqueda de seguridad a causa de los nervios o por haber madurado algunos pasajes, recondujo vocalmente y con mucho acierto éstos con respecto a los cortes del disco, en los que por momentos suena considerablemente fuera de tono.
En ocasiones tiró más de orador que de cantante, más Loquillo que McCartney, con cierta gracia más aún cuando se conoce al personaje, y defendió con buena nota unas composiciones que no lo necesitan, porque la sencillez, que no simpleza, es el exitoso denominador común de más que reseñables piezas como “Impresionable”, “Sin Ministerio”, “Los novios de Bélmez”, “La Roma Imperial”, “El Nobel de la bondad”, “La campiña”…y un etcétera hasta casi cubrir la totalidad de su disco debut, que fue desgajado en su totalidad, dejando para el bis “Estrellas y agujeros negros” y “Buenaventura”.

Quizá un final algo anti-climático, pero Maronda son así… Dos temas no incluidos en El fin del mundo en mapas, “No me faltó valor” y especialmente “Daños colaterales” fueron prueba más que fehaciente de que el futuro, mientras el mundo siga adelante, puede ser suyo.

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