The Doors pero sin alma ningunaAndrés Verdeguer 15 enero, 2007 Grupo: Riders on the StormSala: Greenspace Era una de esas ocasiones que se presentan muy de tanto en tanto. Cuando nadie espera ver/escuchar algo lo más parecido posible a una de las grandes bandas del rock de todos los tiempos, el negocio lo inventa y lo pone ahí al alcance de cualquiera con 40 euros en el bolsillo. Porque tenía que ser así y no de otra manera, porque The Doors da para esto y mucho más: Riders on the Storm es el nombre de la banda nostálgica tras el que se esconden los originales Ray Manzarek y Robby Krieger para volver a hacer lo que saben. Fue en el Greenspace de Valencia. Esta vez sin John Densmore, que se mantiene al margen, y, por supuesto, sin Jim Morrison, que desde 1971 yace en el cementerio parisino de Pere Lachaise. La papeleta de hacer de Morrison es de Ian Astbury. Su registro vocal impecable, pasa que la sombra de Morrison es tan alargada que cuando se quería soltar a lo largo del escenario caía en la imitación simple. Hizo bien: en la mayoría de las ocasiones optó por la contención expresiva y dedicarse a lo suyo, interpretar los temas que Morrison convirtió en clásicos. Al conjunto del concierto, estudiado, ensayado al milímetro, no hay por donde ponerle un pero en lo musical. Otra cosa si nos ponemos a buscarle fondo y lo primero que echaremos a faltar es la ausencia de alma. El concierto transcurrió fiel a su guión: hasta las proclamas pacifistas de Manzarek sonaron como aprendidas. Nada se dejó al azar de la inspiración; con el material que hay, basta y sobra, deben pensar. Así, la copia, evidente, hace bueno aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor. No por el repertorio: las canciones de The Doors, lo ha demostrado la historia poseen el don de la eterna vigencia. Pero por ejemplo, el teclado de Ray Manzarek, puntal en el sonido de The Doors, sonaba diferente, simplemente porque no era el mismo de hace 40 años. No era aquel Hammond analógico, con sus dos pisos y de tan peculiar sonido. Era otro más moderno y sin el encanto de entonces. El guión del concierto comenzaba con el clásico, “ladies and gentlemen, from Los Angeles, California, – esta vez- Riders on the Storm” acompañados por los primeros acordes de ‘Roadhouse Blues’. El espectáculo arrancaba con más de una hora de retraso, que se olvidaba en ese preciso instante. El público ya se había entregado al sonar la guitarra de Krieger. El concierto fue lo que debía, una acumulación de clásicos de excelente factura. Alargados, traídos y llevados por Manzarek y Krieger, auténticos protagonistas. Siguió Break on through, Love me two times completando un excelente arranque. El medley con Alabama Song, Backdoor man y Five to one, no rompió. El paréntesis de Robby Krieger en solitario con la guitarra acústica no encontró sentido hasta que empezó a sonar Spanish Caravan, que fue una más que grata sorpresa. Entonces el recital volvió a alcanzar altos vuelos. Touch me hizo vibrar. Se echó en falta alguna que otra canción, pero iba acercándose un final por todos conocido. Con L.A. Woman el concierto alcanzó su techo y la única referencia a Jim Morrison a través de misterioso “Mister Mojo risin, Mister Mojo risin” que él mismo dejó escrito. Auténtica desvergüenza, no hubo ninguna referencia ni reconocimiento más. Luego Riders on The Storm, que por algo esta banda revival se hace llamar así y para cerrar la inevitable Light my fire. El concierto, la verdad, dejó a todos como unas castañuelas, aunque a veces el Greenspace pareciese más un estadio de fútbol. “Oe, oe, oe, oe” celebraba el personal y la sensación que me queda es que así no sería un concierto de The Doors, ni éste su público. Por lo demás, bien. Hacer Comentario Cancelar RespuestaSu dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente.