Estefania MoraTibidabo Live Festival: atracción fatalMogwai afianzaron la primera edición de un festival que podría haber acabado en lutoJoecar Hanna 10 septiembre, 2015 Grupo: Varios artistasSala: Parque de Atracciones Tibidabo (Barcelona) La ascensión anunciaba su fin conforme la niebla se volvía más densa. Empecé a desenvolver todas las expectativas que había recogido imaginando un festival con un concepto tan atractivo. La llovizna y un frío inesperado no son problema cuando quedan unos pocos metros para entrar al festival. Desde fuera, se podía ver un aire fantasmagórico inundando el parque. La percusión mezclada con el eco de la montaña envolvía el ambiente. Todo apuntaba a que el tono de la propuesta y el cartel iban formando un uno, pues uno ya se imagina a Braithwaite (Mogwai) mirando el lugar desde lo alto e imaginando un mejor escenario que ese para desarrollar sus melodías cuando llegue el momento. Este reflejo absoluto del ya establecido Kutxa Kultur Festibala, consta de atracciones y alturas rocosas como escenario y ritual para presentar unos grupos y sus consecuentes shows de lujo. Llegábamos tarde. El temporal había dificultado el acceso, y hubo cancelación de los primeros componentes del festival, Pet Fennec y Rafael Berrio. La sorpresa se da sin tregua al entrar al recinto. Después de recoger las pulseras de prensa, nos dimos cuenta de que para los asistentes no hacía falta pulsera alguna, pues el recinto estaba abierto para todos los públicos. Los turistas y las familias rondaban el festival mirando con extrañeza o rudeza a ese cambiado Tibidabo, creando conflicto implícito entre los asistentes de una cosa y la otra. La única diferencia al abonar la cantidad estipulada para entrar entre turistas y asistentes del festival, era el acceso a la pista del escenario principal, hecho que no importaba ya que desde arriba se veía y oía igual de bien o mejor el escenario. No entraré en la indignación que pudo suponer esto para muchos asistentes, pero más de un comentario se oyó al respecto. La exclusividad del asistente no se vio defendido en ese aspecto. No había magia, pues el parque de atracciones no se había acondicionado de ninguna manera. Más bien, era un “adaptado” a la rutina del parque, y los lugares más espaciosos fueron los elegidos para convertirse en unos escenarios que bien podrían llevar la marca Restform. Al investigar el festival, y con conocimiento de que había dos escenarios sin solapamiento (punto positivo), no pude dar crédito al nivel ofrecido por las instalaciones de dichos escenarios. El escenario Parque no tenía ni iluminación. El acondicionamiento para el espectáculo dejaba que desear. Ni un mísero foco. El segundo escenario era apto, con el pack básico. Me imaginaba que el festival era un principal reclamo a todo el público exquisito que huimos ya de las grandes conglomeraciones y fiestas de guardar del rock. Y efectivamente así era. Nos encontrábamos ante una cena familiar a las 18 de la tarde. Unos pocos asistentes, decenas, estaban presentes ante los primeros Albert Cavalier arropados por público en el frente, y techo de jardín plegable en sus cabezas. Llevaban un mestizaje entre garage y surf de tintes convencionales, pero con un descaro muy propio dentro del género. Unos The Young Wait siguieron, con Elijah Ford encabezando la formación. Este añadió un toque de adrenalina a la tranquilidad instrumental del formato que acostumbran, creando un set especial, aunque con cierto desequilibrio en algunos momentos. Interesante cambio de duetos los siguientes. BlackBox Red y Niña Coyote Eta Chica Tornado agotaron la intensidad de la jornada. Ambas formaciones de batería y guitarra, en el primer caso de mujer al frente con guitarra y en el segundo con batería. Sendos grupos demostraron un sólido directo de dos, forjado por variopintas influencias, aunque con la idea de sostener la emoción y la intensidad como apuesta clara para mantener a raya su ausencia instrumental. Las diferencias residían en que la primera formación nadaba de la intensidad al intimismo espacial, sin nunca perder la amplitud. Digamos que un cierto aire gélido les abrazaba de vez en cuando. En cambio Niña fueron directos al arrase agresivo. Su repertorio contenía más trazos instrumentales que BlackBox. La niebla se disipó para Yo La Tengo. Su disposición a demostrar una casi inhumana perfección de interpretación era clara, aun cuando la pista estaba a mitad llenar. Recorrieron con parsimonia y solemnidad inquietante piezas de su vasto repertorio, intercalado con su actual trabajo Stuff Like That There que nació apenas unos días atrás. Me encantó como Ira Kaplan iba y volvía, tomando de vez en cuando la nave nodriza del escenario. El bis final fue lo más rebajado de todo el concierto, pero sin que eso significara menos emotividad. Big Day Coming fue el momento más “aplaudido” (digamos que el público reaccionó un poco más de lo que estaba dando hasta ese momento) por los asistentes, aunque en temas como You Can Have It All o My Heart’s Not In It también hubo cierto acaloramiento. Llegamos a la segunda jornada. Esperanzados que ciertos malos inputs de la anterior noche fueran fruto del cansancio y el frío, y yendo de nuevo recordando los puntos positivos. Hubiera podido ser así, si al llegar no hubiera estado plagado del triple de turistas que el día anterior. Nos encantó ver a Chost Number & The Tipsy Gypsyes, por un aire fresco a los estilos que podíamos esperar, dando un Country Folk de lo más sincero y agradable. Lástima que el sonido de la muchedumbre se comieran sus matices, aunque también hay que decir que el emplazamiento les iba como un guante. House of Wolves fue la sentencia final a que los duetos habían invadido de forma grata el cartel, y es que su intimismo a lo Damian Rice, cálido y profundo, fue totalmente cubierto por el murmullo lejano y la ausencia de público, salvo por pocas decenas que se habían apropiado de la gradas. Y mientras, la avioneta-mirador sobrevolando su cabeza. Ocellot fueron los primeros en sufrir de verdad el escenario Parque. Iban ataviados con un uniforme peculiar que tenía toda la pinta de ir acompañado con un buen apoyo de luces. No hubo tal cosa. Su proyecto entre los ritmos a lo Is tropical + Vampire Weekend, (mezcla de ritmos electrónicos y étnicos) así como sus voces etéreas, loops y unas melodías magnetizantes, lo hicieron una de las apuestas más interesantes del cartel. Su recorrido avala su producto. Belako llegaron seguros, llenando por primera vez la pista como debía ser. Cada vez que se presentan estos jóvenes mejoran de manera endiablada. Desde que servidor los vio por primera vez hace más de un año, han ganado una consistencia y naturalidad en escenario que da miedo. Southern Sea, Vandalism, Zaldi Baltza, Sea Of Confusion… y así casi la totalidad de su álbum Eurie, interpretado con intensidad y soltura. El buen rollo que generan encima del escenario es algo que sin duda les otorga una distinción única. El público absorbe ese aroma y lo devuelve al escenario. Al fin llega la caballería pesada, y todos esperan impacientes para ver con que sorprenden esta vez Mogwai. Es algo inexplicable lo que genera un un grupo de post-rock cuando se planta en escena. Es como que hay un respeto en el ambiente. Unos sabios druidas han salido de su cueva y nos van a traer sus pócimas melódicas. Nadie duda que llevan mucho tiempo preparándolas. Y si sumamos eso a 20 años de trayectoria, la tensión siempre es máxima al verlos arriba. Y la perfección, perfecta. Se colocan y empiezan fuerte, demasiado. El concierto se basó en una recapitulación de una hora de su trayectoria, dando tumbos atrás y adelante. ¿Fue posible? Claro que no. Y encima Temas como Tracy iban dando a las recientes Rano Pano para volver a I´m Jim Morrison and i’m dead, Mexican Grand Prix, y vuelta la actual Remurdered o Teenage Exorcists, única pieza vocal de Stuart. Acabaron con un inmenso loop que acostumbran a disfrutar, más un momento emotivo en el que una niña, hija del batería intuimos, salió a darle fuerte al ride con las baquetas. La pista al fin se había llenado. Centro y grada. Final feliz. El cartel del festival ha denotado una selección exhaustiva, con poder de atracción sin necesidad de recurrir a los recurrentes. Apuesta emergente y grupos de calidad. Pero esta primera edición en el Tibidabo, aún habiendo conseguido despegar con el toque final de Mogwai, debe aprender de los errores que no pueden acometerse en un cartel de tales características. Grupos intimistas o de propuestas rotundas que merecen no ser distraídas por atracciones, selfies ni turistas desinteresados. No hablamos de que deba llenarse, pues uno de los aspectos positivos era el tono acogedor del festival, pero si cuidar al asistente, que tiende a ser exigente. La meteorología indebida es entendible, y al final, no afecta si uno realmente quiere estar ahí. Lo justo sería decir, que disfrutamos de la propuesta, pero que seguro podrá mejorar la presentación y su contingente para la próxima edición. Hacer Comentario Cancelar RespuestaSu dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente.