Grupo: Fado Blues
Sello: AUA Music
Año: 2011

Recibimos en la Redacción Atomica el disco de Fado Blues, grupo que viene haciendo ruido desde hace más de dos años con su directo impecable, grácil y desenfadado y que ahora plasma su obra en este primer álbum, Taberna flotante, disco editado bajo una de las muchas plataformas de autofinanciación que han surgido en los últimos meses, Apadrina un Artista.

Fado Blues es una banda ibérica, nunca mejor dicho, formada por cuatro personajes de distintos puntos de la península: el valenciano Vicente Llorca, “el mono”, guitarrista de ensueño y alma mater del proyecto junto al vocalista bohemio portugués Mario Ferreira (Markimina Pura). La formación la completan nada menos que Jorge Lorán al bajo y Antonio Iglesias a la batería, es decir, Dwomo.

Taberna flotante es un conjunto de 13 canciones que parten del fado para recorrer infinidad de estilos y lugares y llegar a un punto nuevo. El llanto y la melancolía se unen con el ritmo y las melodías casi folklóricas para envolverse en un todo que llega de una manera sólida al optimismo. 24 horas, el tema que abre el disco, es precisamente uno de los más luminosos y una perfecta tarjeta de presentación para el ejercicio de reflexión rítmica que supone el disco. Ese uso semántico del tiempo se ve más claramente en 15 segundos vista, canción que juega con el contraste de intensidades y la suspensión de los sonidos.

El eclecticismo del álbum se hace más evidente cuando escuchamos Walkyria gitana, una marcha acelerada y animada pero con ecos tenebrosos y quejumbrosos; encontramos también un homenaje a García Lorca con Bodas de sangre, tema cantado con una letra del poeta y también a Pablo Abrunhosa, de quien recogen dos letras, la de Nao había necessidade y la de la adaptación que hizo de Hit the road jack, de Ray Charles, que en este caso se transforma en un divertido Hit the road Paulo.
Tiempos más lentos llegan con Mulher o Chapiteau, pero esta última termina con una especie de orgía balcánica que nos recuerda a las bandas sonoras de las pelis de Kousturika. Tuberio Morreau vuelve a agilizar el ritmo del disco, intuimos que gracias a las ocurrencias percusivas de Antonio Iglesias, que infiere un toque vodevil al ambiente de barra oscura del tema. El disco se cierra con un lamento urbano, Deuses sem trono, entrecortado y triste, de gran belleza y con un fin tétrico casi tribal, y cierra un magnífico álbum de estilos eternos, casi ancestrales, engarzados con la destreza que sólo pueden tener las almas libres de prejuicios y con mucho camino recorrido, y que además guarda una gran coherencia aun dando mucha variedad de texturas. Muy recomendable.

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