Mike GrauDiario de una dama del Renacimiento_Cap.1Máquina, discos y flemaCarolina Otero 21 octubre, 2015 Miércoles, 21 de octubre de 2015 Querido diario: Me dispongo a resumir cómo ha sido mi llegada y, dado que la idea era mezclarme con la humanidad actual, lo haré a la manera del siglo XXI. Llevo ya un mes empapándome de sus gestos y modos, he aprendido términos específicos como “caloret”, “rosquilleta” y “arreu”; creo, en fin, que podré manejarme en este castellano levantino sin demasiados problemas. Lo primero que cabe decir es que la máquina de mi tío tiene un pequeño desajuste y en lugar de arribar a principios del siglo XX lo hizo cien años después. Como aquí tienen informadores en casa, me he actualizado y sé lo que no viviré: los felices años veinte, una gran agitación cultural y, eso sí, una horrible gran guerra. Es práctico esto de la wikipedia, aunque he observado algunos deslices comparando fuentes. Lo anoto por si sirviera a mi vuelta. También tomo notas sobre la reacción de las gentes ante mi aspecto. En el barrio en que vivo me llaman la “niña muñeca” porque soy pálida (dicen “to blanca”, que seguro es apócope garcilasiano) y llevo falda de damasco sobre las enaguas “como las chicas del Japón”, cito. Yo, mientras, los veo extraños a ellos. Por ejemplo, hay muchos varones con la camisa abotonada hasta la nuez como los monseñores que van a predicar y pantalones remangados para la pesca. Casi todos, por otra parte, pegaditos a un gran mostacho bélico-flamenco. Por cierto, necesitaré unos quince días más para aportar datos extra de mi llegada. Eso sí, la vida artística y noticiera aquí me ha impactado y me ronda la testa un término que he leído: “hombre del Renacimiento”. Bueno (no sé si me dará tiempo hablar de ello hoy al final), quisiera al menos escribir sobre algo positivo y algo negativo del lugar y el tiempo al que he llegado. Respecto a lo bueno, sin duda, una caja de discos que encontré en el piso donde vivo. Se llaman “discos compactos”, son del tamaño de una mano y contienen muchas canciones. Vamos, como una pequeña biblioteca portátil. Al principio, me resultó complicado escuchar a algunos de esos compositores pues no se asemejan nada a Francesco de Layolle pero luego ya les he ido cogiendo el placer. Por lo que parece, en su América han sido muy afamados un tal Pixies Doollitle, otro llamado Weezer Blue Album y una Breeders Last Splash. Estoy deseando conocer a los músicos equivalentes “de la terreta”. En cuanto a lo negativo, estas gentes lanzan muchos esputos al suelo. Seguramente sea señal de maneras exquisitas o de felicidad extrema que se me escapa: toda la carga de flema contra el pavimento como un proyectil baboso y amarillo junto al carraspeo que antecede…. Es práctica, según he observado, poligeneracional, pero en mi época eso sería impensable así que espero que no me pidan que escupa como ellos en alguna celebración. De momento conservo con alivio mi saquito de lienzos en el cinturón, junto al limpiaorejas de plomo. Al final, creo que voy a dejar para otro día la frasecita esa que me ronda.… Necesito dedicar la tarde a revisar la máquina de mi tío pues aún no sé qué puede haber fallado. ¡Ah, mi tío! Menudo hombre bravo. Le encantaría retratar a estos hombres y mujeres modernos. A algunos, tal vez, cambiarles de estilo musical o de peinado; nunca se sabe con el tío Leo. Hasta dentro de quince días. Francesca, la dama del Renacimiento que viajó por error al s. XXI Hacer Comentario Cancelar RespuestaSu dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente.