Miércoles, 30 de diciembre de 2015

Querido diario:

Es muy curioso que vaya a cerrar dos años de siglos distintos a la vez, porque llegué aquí en el mes de septiembre de 2015 aunque he pasado casi  todo mi tiempo en el siglo XVI. Si por mí fuera, me quedaría en casa viendo la saga de Alien agarrada a un vino tinto pero DJ D ha insistido en que salga a despedir los años. ¿Que todavía me junto con él? Bueno, digamos que me acompaña cuando el cuerpo pide tema. Creo que fue el Arcipreste de Hita quien escribió que “si non podes estar con quien amas,/ama al que contigo está”. Me ha dicho que cenaremos de sobaquillo en casa de unos amigos, cosa que me ha sonado fatal pero, como no quiero parecer una melindres, le he contestado que vale; luego saldremos a la Plaza del Ayuntamiento y ya decidiremos más tarde si zona Juan Llorens o Cedro. La verdad es que parece buena idea esta fiesta de Nochevieja y eso que no soy muy de masificaciones ni de DJ… Bueno, de lo último… mejor ya no digo nada. Este domingo, por cierto, pasé por el centro y vi cómo la plaza era provisionalmente peatonal y así será el último domingo de cada mes: estaban haciendo bailes y teatro para todos los viandantes. Me fijé, por cierto, que oculta tras una farola (difícilmente amagada, todo sea dicho) había una mujerona ataviada con falda y chaqueta y collar de perlas, que miraba con recelo rojo todo lo que sucedía allí.

Como curiosidad de este tiempo, destacaré que los contemporáneos gustan de hacer listas de todo cuando muere diciembre: mejores libros, mejores discos, mejores películas…, todo lo más chachi del año. Les encanta posicionarse ante el mundo y opinar básicamente de todo. En listas, hay más o menos oficiales y más o menos oficiosas, con mayor o menor criterio, más o menos atadas a una marca o más o menos libres. El caso es que suelen ser divertidas desde el punto de vista sociológico, y variadas, por lo que las celebro siempre que no se sigan como un rezo.

Yo no voy a hacer mi lista porque sólo soy una pequeña viajera temporal, pero sí voy a recoger aquello que me parece sobrevalorado e infravalorado de lo que he podido vivir en este trimestre de modernor, como hacen en el programa americano UNDER/OVER.

Allá va:

1. El queso: infravalorado.

Nunca hay suficiente queso, hay que sentir el queso, el queso es vida: mozzarella, gouda, roquefort, cheddar, de tetilla. No entiendo a los que no les gusta el queso. Es lo más positivo de la globalización; tener quesos del mundo a nuestro alrededor.

2. Coca-cola: sobrevalorada.

Esta marca de bebida que no se sabe ni qué lleva (fijo: 12 terrones de azúcar por lata o sea, básicamente agua y azúcar), se las da de fomentar la felicidad propia y de los demás (véanse sus anuncios navideños) y de convocar concursos escolares cuando es de sobra conocida su espantosa política laboral. Un humorista y activista inglés, Mark Thomas, denunció los asesinatos de unos trabajadores colombianos a manos de los paramilitares y la marca:

Se trata del caso Sinaltrainal:

https://es.wikipedia.org/wiki/Caso_Sinaltrainal_contra_Coca-Cola%C3%A7

3. Barbas: sobrevaloradas.

Ahora llevan barbas todos: hípsters y canis. Es como una armada de clones capilares. A algunos les va muy bien, cierto, es como el maquillaje de las papadas. Menos mal que las modas se suceden y próximamente se llevarán los hombres lampiños.

4. Virtuosismo musical: infravalorado.

En este tiempo, cuanto peor toques y peor sean las composiciones, mejor. Lo llaman “lo-fi” y vende que no está en los escritos. Si llegaran ahora Francesco de Layolle o Jimi Hendrix, tendrían que fingir que no saben para ganarse la vida.

5. El amor como enfermedad: sobrevalorado.

Desde que ya se definiera en el XV brillantemente por Florencia Pinar como un “cáncer de natura”. Hay que amar sano, cojones, que nos vamos a morir todos (por cierto, ¿en qué siglo me moriré yo finalmente? Menudo lío llevo.)

6. Fumar: sobrevalorado.

Quedará muy cinematográfico pero luego los ropajes emanan olor a barucho Y, además, el aliento de los fumadores es de alcantarilla del inframundo de Hades y Perséfone.

7. El feminismo: infravalorado.

Me extraña que las generaciones de jóvenes retrocedan tanto y a veces se me antoje más avanzado mi tío Leonardo o don Miguel de Cervantes. Por ejemplo, en alguna lista de música de mujeres artistas, se habla del pelazo de una de ellas. ¿WTF? Luego están las “feminazis”, que se cargan toda la nivelación posible. Por exceso o por defecto, qué fatiga.

8. Los festivales de música: sobrevalorados.

Si verdaderamente eres amante de la música en directo, no irás coleccionando pulseritas para luego mostrarlas por Instagram.

9. La modestia: infravalorada.

Todos estamos aquí para aprender. Y, desde luego, para mí aprender es de lo más bonito de la vida, de las dos vidas estas que llevo como buenamente puedo.

10. Las listas de lo mejor del año: absolutamente sobrevalorado.

Míralas, haz las tuyas, diviértete con ellas, aprende, pero no las sigas como si fueran tus gurús espirituales que ya tienes una edad para que te digan lo que te ha de gustar, anda.

El intelectual Cabezafuego lo explica muy bien en su ensayo “El traje del emperador”:

Hasta dentro de quince días. Feliz entrada a 2016.

Francesca, la dama del Renacimiento que viajó por error al s. XXI. 

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