Primeras Veces_Cap.1

Holy Paul al aparato. Redacción Atómica nos ha brindado la maravillosa oportunidad de formar parte de su espacio “La Esquina de la Barra”, y nosotros, estoicos y temerarios como somos, aceptamos la responsabilidad de cubrir un espacio que anteriormente decoró gente maravillosa que nos da miedo nombrar.

Hoy queremos hablar de cómo llegamos a ser miembros activos del mundo musical. De cómo personas como nosotros, después de descubrir lo que es una nota, un acorde, un ritmo, una voz cantada o una distorsión, toma la condenadamente maravillosa decisión de embarcarse en ese desierto de arenas movedizas que a tanta gente se han tragado y  a muchas otras bendecido, llamado música.

El inicio siempre está difuso, empieza casi siempre con una canción, puede ser popular, que siempre te acompañe o que la prefieras esconder en el rincón más oscuro. Siempre es difícil crear la retrospectiva, pero la mía está clara.

Mi primer recuerdo musical, más o menos nítido, es el de estar en el pueblo de mi madre con mi familia, en el bar de su primo Valentín, y mientras que se ponían finos a cubatas y jugaban a las cartas, yo buscaba colillas encendidas en el suelo para conocer que era eso de fumar, y saber porqué todos los adultos que molaban lo hacían. Por suerte o por desgracia, encontré una superviviente dorada y blanca que aún ansiaba el tacto de los labios de una victima, y recuerdo que mientras el humo embarraba mis pulmones infantiles y provocaba la tos natural del novato, sonaba “Sultans of Swing” de los Dire Straits.

Esa canción formará parte de mi vida para siempre, porque fue la primera vez que probé el tabaco y porque mi madre me cruzó la cara a lo Bruce Lee que tuvo que dar gusto verlo.