Partiendo de la premisa de que supone un auténtico suicidio hacer coincidir un festival debutante como el MBC Festival con otro certamen ya consolidado como el SanSan Festival, pocos dudaban de que la afluencia de público al recinto de los Altos Hornos del Puerto de Sagunto no iba a ser ni mucho menos masiva. El festival de Gandía cuenta ya con aquellos fieles que lo vieron estrenarse el pasado año, y no podemos olvidar que la playa y los conciertos a escasos metros de las sombrillas y toallas que avisan de la llegada del verano siempre son un reclamo a tener en cuenta a la hora de organizar eventos. Rompamos una lanza a favor del MBC diciendo que el frío en el Puerto de Sagunto ahuyentó a buena parte de los espectadores, pero esta no fue la causa de la baja asistencia al recinto en los tres días del festival.

La organización, como suele pasar en gran parte de los festivales, fue de menos a más. Los más tempraneros el viernes nos encontramos con un recinto desierto, no solo de gente sino de empleados del festival. El staff no comparecía y los primeros asistentes se las vieron y se las desearon para encontrar aparcamiento y realizar los trámites necesarios antes de empezar a escuchar música. Estas condiciones cambiaron a partir del sábado; las señalizaciones en la carretera avisaban de qué desvío había que tomar y los empleados se repartían por las calles circundantes indicando a los espectadores dónde aparcar.

Una vez entrados al recinto, eso sí, las condiciones fueron óptimas para disfrutar de los conciertos. Pese a pisar sobre arena y gravilla de forma permanente, los tres escenarios se situaban a una distancia coherente, los distintos puestos de comida nos daban la oportunidad de probar múltiples sabores -variados aunque caros- y, lo que es más importante, los horarios se cumplían a rajatabla. Cada concierto que terminaba era inmediatamente sustituido por otro que comenzaba.

En el aspecto puramente musical, tampoco hace falta profundizar en los nombres que nos ofrecía el cartel y en sus actuaciones respectivas, que para eso ya están las crónicas de las tres jornadas del festival en esta misma web. Pero sí que hay que hacer hincapié en algunas propuestas que nos hemos encontrado, y no siempre para decir cosas buenas. Antes de desgranar algunos de los conciertos, nunca está de más recordar que siempre o casi siempre influyen ciertas circunstancias a la hora de presenciar la actuación de una banda o artista. Por ejemplo, los gustos o el cansancio después de haber escuchado tantas y diferentes músicas desde tempranas horas. Esta última opción es quizá con la que me topé cuando llegó el turno de los Future Islands, cabezas de cartel del festival, el sábado, pero lo cierto es que no me demostraron nada salvo la flexibilidad y la estoicidad con la que el vocalista Samuel T. Herring aguanta los golpes en el pecho.

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Antes de todo aquello, el viernes nos habíamos dado cuenta de que el escenario Deleste fue un acierto absoluto. Johnny B. Zero nunca fallan y con su soul-folk-rock más animal aglutinaron a los pocos fieles que había en el recinto a esas horas intempestivas. A esas mismas tablas, algo más tarde, se subiría un dúo que se convirtió probablemente en lo mejor del festival. Los Siberian Wolves son una actualización de Led Zeppelin con tintes psicodélicos y con un vocalista cuyo registro oscila de vez en cuando entre Perry Farrell e Ian Brown. Y hacen mucho  ruido.

El sábado debíamos acudir temprano al recinto, pues teníamos apuntada en la agenda una cita imprescindible. Za! abrían la segunda jornada del certamen saguntino. Después de hacer el mejor bolo de la última edición del Deleste, uno no podía dejar pasar la oportunidad de volver a ver su batiburrillo de ritmos e influencias musicales ejecutadas con total maestría. Con el humor, esperpéntico, por bandera, los catalanes se ganaron a aquellos valientes que habían acudido al primer concierto de la tarde pese al sol abrasador que ajusticiaba al Puerto. Pero como dijo Papa Dupau –así se hace llamar el guitarrista, trompetista y varios “istas” más del dúo-: “¿Qué haríamos sin el puto Lorenzo?”. Los mismos Za! aparecieron de nuevo por la noche, en compañía de Los Corderos.sc, con un show teatral de nuevo esperpéntico que entretuvo al respetable minutos antes de ver a una vieja gloria del punk inglés dar un concierto, caerse al suelo, lanzar su guitarra y estampar contra el pavimento dos micrófonos. Estamos hablando de Carl Barât, por supuesto.

Los eventos de artes escénicas programados, en general, dejaron bastante buen sabor de boca. Una de ellas, la de La Coja Dansa, nos socorrió mientras Hidrogenesse estrenaban el escenario principal. Una compañía de cuatro actores y un músico nos ofrecieron una obra experimental en la zona Foodtrucks con temática de ellos sabrán qué, pero seguro que de algo relacionado a un triángulo amoroso. Lástima que quedase empañada por la atronadora voz de Carlos Ballesteros.

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En la jornada de clausura del MBC, otros de los integrantes del cartel de escénicas, Cabo San Roque, se encargaron de amenizar la noche a los presentes con una experiencia que más que dramática, fue puramente musical. El dúo catalán nos cautivó con su música experimental y un instrumento que hacía las veces de batería, bajo y sintetizadores. Todo disparado “aquí y ahora”, como ellos mismos indicaron. El soberano terminó exigiendo “otra, otra”, a lo que los músicos, enfrentándose constantemente a los problemas técnicos, accedieron encantados.

Antes, a las 8 de la tarde, Yuck habían ofrecido otra de las actuaciones que dejaron a un servidor muy satisfecho. Los ingleses se mueven entre el ruido de My Bloody Valentine, o las canciones más ligeras de los Pixies, por citar algunas de sus múltiples y exquisitas influencias. El resultado es un cuarteto con un sonido muy refrescante y original. Para cerrar la primera edición del MBC de forma brillante, La Roux por fin nos hizo menear nuestros cuerpos. Elly Jackson reencarnada en un todavía vivo Bowie demostraba a cada paso su buen gusto y, junto con una banda de notable calidad hicieron que la tímida lluvia no fuera en absoluto un problema para los presentes en el escenario MBC. De largo, lo más bailable del festival, y en un horario adecuado, no como el de Javiera Mena.

El MBC ya ha confirmado una segunda edición en 2016. Del festival del año que viene esperamos de nuevo un cartel cuidado, la solución a los errores del principiante y, sobre todo, un mínimo de inteligencia empresarial a la hora de elegir la fecha de celebración del certamen.

Carlos Ortigosa Arnau // @carlos_ortigosa

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