En el que sin duda ha sido el año más atípico y difícil de nuestras vidas, el 8M les resulta a muchos y a muchas, más que nunca, molesto, incómodo e innecesario. Leímos durante meses en titulares de múltiples medios de comunicación que las culpables de que la COVID 19 se extendiese fuimos las mujeres que asistimos a las manifestaciones del 8M en marzo de 2020. En ningún caso fueron los más de 50.000 asistentes al Betis-Real Madrid, ni los cerca de 9.000 del mitin de Vistalegre, ni los asistentes al congreso AULA 2020 en el IFEMA, ni las miles de personas que seguimos yendo durante toda esa semana a bares, discotecas, museos, cines, clases, gimnasios, etc.

Un año después, se plantea de nuevo la misma dicotomía. Y no se plantea solo a nivel institucional, sino también individual. Por primer año hay un motivo, uno real, por el que tal vez no deberíamos salir a la calle. ¿Significa esto que hay que prestar atención a todos los mensajes demagogos que utilizan el “vamos a salvar vidas” para encubrir un mensaje de fanatismo y odio? Rotundamente no. Y sí, estoy hablando de Ana Obregón.

Lo que sí significa es que existe una crisis sanitaria a nivel mundial que ha acabado con la vida de más de 2 millones de personas, que ha paralizado el país, perjudicando gravemente a muchos sectores y que ha causado diversos estragos en la salud mental de la población. Con ese contexto parece obvio que ninguna concentración multitudinaria debería tener lugar en estos días.

Sin embargo, es inevitable pensar que esto no es cualquier concentración, que al fin y al cabo, las mujeres salimos el 8M a luchar no solo por nuestros derechos, sino también por nuestras vidas, que el machismo mata a miles de mujeres cada año y eso es algo imposible de obviar. Parece inevitable también preguntarse que si la vida ha seguido en muchos aspectos adaptándose a las medidas de seguridad, ¿por qué no pueden adaptarse las concentraciones del 8M?

Tanto Xenia Rubio (frontwoman en Xenia), como Sandra Delaporte y Miriam Laborde (y vocalista en Lisasinson) coinciden, si pueden, asistirán a la concentración del 8M, siempre respetando las medidas de seguridad estipuladas. Sara, de Cuchillas, aún no lo tiene claro: Todavía no lo he decidido, pero se trata más bien de un problema conmigo misma. Quizás no un problema, más bien una conversación que le recomendaría tener a muchas personas con su yo interior. En los últimos años hemos alcanzado cifras elevadísimas en términos de participación durante el 8M, y pese a que muchos señoros y alguna señora consideren que se trata de una fiesta, una moda o incluso lo reduzcan a una frase impresa en una camiseta del siempre (jaja) feminista Inditex, la reflexión a la que la sociedad ha llegado a través del esfuerzo de las mujeres es ya imposible de revertir. Pero nos siguen matando, nos siguen ninguneando, siguen opinando sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras capacidades… signo inequívoco de que esto solo es un checkpoint en el camino hacia la línea de meta.

Todas ellas convienen, eso sí, en que las reivindicaciones no deben reducirse solo al 8 de marzo, sino que esto es una carrera de fondo. Que el feminismo no es lucha de un día es algo evidente. Una vez comienzas el proceso de deconstrucción, es imposible no analizarlo todo bajo el prisma del feminismo.  Es cada vez más asiduo darse cuenta de que actitudes y gestos que antes tolerabas, ahora activan una alarma interior imposible de callar. No obstante, aunque no sea cuestión de un día, sí necesitamos ese día como símbolo. Como símbolo de una lucha que debe ser constante, por supuesto. Es necesario tener este día en el que, aún más si cabe que los 364 restantes, reivindicamos, alzamos la voz, dialogamos entre nosotras y con nosotras. Es preciso tener este día también para celebrar las pequeñas victorias que hemos ido cosechando en los últimos años.

Y por eso, tanto si se convocan concentraciones, como si no, tanto si a nivel individual una decide ir, o decide no ir, el no poder celebrar este día como acostumbramos es, para todas nosotras, una pérdida significativa.

«Nos siguen matando, nos siguen ninguneando, siguen opinando sobre nuestros cuerpos, sobre nuestras capacidades», Sara Cortés (Cuchillas)

Parece además que en un año marcado por la pandemia, todos los esfuerzos se centran en la crisis sanitaria y queda poca energía para otras cuestiones como la del feminismo. La pandemia está cogiendo un gran peso y se está dejando de prestar atención a otras cuestiones también importantes, asiente Laborde. Xenia por otro lado, considera que la invisibilización del feminismo en medios de comunicación no es algo que haya empezado con la COVID-19, sino que viene ya de antes; y Sara, de Cuchillas, sí considera que al centrarnos total y completamente en la crisis actual, estamos retrocediendo en muchos aspectos que conforman la utopía del progreso, que solo es utópica porque nada le importa a la clase política y judicial.

Con el contexto actual y ante la imposibilidad de muchas de salir este año a la calle, se nos plantea la pregunta de qué otras formas de reivindicación podemos emplear para hacer ruido sin poner en peligro la salud pública. La tuitera, escritora y activista feminista Bebi Fernández propone algunas iniciativas, como la de salir al balcón a gritar el 8 a las 20, evocando los aplausos de la cuarentena.

Por otro lado, todas nuestras entrevistadas tienen una respuesta unánime: este año las redes sociales son nuestras grandes aliadas. Es importante hacer una reivindicación muy grande a través de las redes sociales, nos decía Sandra Delaporte.

«Entiendo que muchas de nosotras no puedan o prefieran no asistir debido a la situación. En este caso, animo a todas a moverse activamente de otras formas por la causa. Ya sea por redes, o mejor que nada, en el día a día apoyándonos entre nosotras y combatiendo conductas no feministas», Xenia

Sara, de Cuchillas, incide en la necesidad de no solo deconstruirnos nosotras, sino también de usar la educación como medida reivindicativa. Reivindicar es hacerle un croquis al señoro que no entiende dónde, cómo y por qué se sitúa el techo de cristal, hacerle ver a viejos verdes de todas las edades que aunque estemos en julio el piropo callejero sigue siendo una agresión y, por supuesto, dar voz a todas las mujeres, a todos los discursos que hemos silenciado durante básicamente toda la historia de la humanidad, independientemente de su raza, de su estatus social o de lo cerca o lejos que esa mujer se sitúe del concepto de feminidad en un campo tan amplio como el del género.

Es fundamental también abordar este año otras cuestiones, como la discriminación patente que sufre el colectivo trans. El término feminismo interseccional lleva colándose en nuestro imaginario colectivo muchos años, pero cobra estos días más relevancia que nunca. Con el borrador de la Ley Trans sobre la mesa, siendo diseccionado por medios de comunicación, expertos y no tan expertos en la materia, es necesario hablar más que nunca de feminismos, en plural. Es necesario hablar de diferentes colectivos, cuyas luchas convergen en una misma idea: la igualdad.

En este tema la opinión de nuestras entrevistadas coincide. Si el feminismo no ampara a todas las mujeres, no es feminismo afirma rotundamente Laborde.

Para mí no hay discusión en este sentido. Lo tengo muy claro desde el principio, hay que amparar al colectivo trans, sea como sea. Es un colectivo muy discriminado, muy afectado, cuyos derechos no se respetan desde hace muchísimo tiempo, que vive completamente oprimido, con miedo, que tiene una desigualdad terrible con respecto a la heteronorma, a los hombres blancos heteronormativos, porque no tiene las mismas opciones laborales, no tienen los mismos salarios, no tienen las mismas opciones para nadaCreo que el feminismo inclusivo debería entenderse para todas, para todos, para todes y que no debemos dejar de lado al colectivo trans dentro de esta lucha., nos explica Sandra Delaporte.

Xenia coincide: el movimiento feminista debe amparar a las mujeres trans e incluirlas en su lucha, porque como su nombre indica son mujeres.

Y para Sara, de Cuchillas, más de lo mismo: Pienso que el feminismo debe amparar a todas las personas. Personalmente la idea del género me provoca muchos debates internos que considero de lo más sanos. Es un tema complejo con una solución a corto plazo muy sencilla: respeto e inclusión. Vamos, progreso.

«Si el feminismo no ampara a todas las mujeres, no es feminismo», Laborde

En cuestión de leyes, no podíamos no hacer alusión al proyecto de ley solo “sí es sí”. No se puede concebir en pleno 2021 que no exista todavía legislación alguna que proteja realmente a las mujeres de las agresiones sexuales que tienen lugar día sí, día también, y cuyas víctimas son en muchas ocasiones, menores de edad. Sandra Delaporte considera que es aberrante que no exista esta ley desde hace años: me parece atentar contra los derechos humanos, que esto no exista ya

Xenia hace alude a su eficacia a nivel pragmático: Contiene medidas clave para erradicar de forma más contundente que antes episodios de violencia machista y hacia menores, así que solo cabe esperar su funcionamiento y su repercusión.

Sara, por otro lado, se muestra algo más escéptica ante la aprobación de esta ley como medida única y exclusiva para combatir la impunidad con la que se trata la violencia machista: ¿De qué sirven las leyes cuando un señor del Opus Dei, cuya relación con el sexo es en el mejor de los casos inexistente, puede interpretar que una violación no es una violación? Insisto, estamos en 2021 y muchas mujeres han tenido que sufrir para que se abran melones como este. El melón está abierto, nos manifestamos en las calles e intentamos que lo entendieran pero, por lo visto, algunas personas están tan cómodas en su situación de poder que se niegan a deconstruirse lo más mínimo. Legislar es importante, pero el relevo generacional que espero llegue a darse algún día en el poder judicial lo es todavía más.

Lo ideal sería, ciertamente, complementar la ley con medidas a nivel educativo y social. No se puede contemplar la eficacia de dicha ley sin antes analizar las deficiencias y carencias que nuestro sistema educativo alberga en materia de igualdad. Y de poco sirve que se apruebe una ley que pretende proteger a las mujeres de la violencia machista, si esa ley debe ser ejecutada en sí por una institución machista.

«Seguimos siendo pocas y ya no solo como artistas, sino como técnicos de sonido, de luces, backliners, promotoras…», Sandra Delaporte

Por último, no podíamos hablar con Sandra, Sara, Laborde y Xenia del 8M, sin analizar la presencia femenina en el panorama musical y cultural. La opinión es ecuánime: Hemos conseguido ciertos logros pero falta mucho, muchísimo por hacer. Seguimos siendo pocas y ya no solo como artistas, sino como técnicos de sonido, de luces, backliners, promotoras, dice Sandra Delaporte, que incluye en su equipo a varias mujeres. Xenia y Sara inciden en el hecho de que a las mujeres que hacen música se las ha invisibilizado durante años. Sigue existiendo una discriminación hacia las mujeres que hacen música, sobre todo bajo las críticas de burla, dice Xenia.

Todavía hay dinosaurios que piensan que las mujeres han empezado a hacer música ahora, que antes no les interesaba y que este boom de artistas femeninas se debe a un fenómeno paranormal e inexplicable. Las mujeres siempre han creado música, solo que eran invisibles, alega Sara, quién también insiste en la falta de referentes: Me gustaría haber tenido referentes así en la infancia, sin tener que haber puesto patas arriba el internet para encontrarlos.

Y es que la tendencia a infantilizar, tratar con condescendencia y paternalismo, o sexualizar a las mujeres en la música es algo que ha existido siempre y uno de los muros estructurales más difíciles de derribar. Parece que hemos agujereado ligeramente los cimientos al empezar a ser un poco conscientes de lo que nosotros, como sociedad explotadora, le hicimos a artistas como Britney Spears en su momento. Pero el día en el que se hable de una artista sin mencionar su físico, cuestionar su talento o poner en duda el motivo que la lleva a tocar en un escenario está todavía a años luz de llegar.

por Rocío Tuset.

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