A ghost story: Una lágrima en el tiempoCésar Pereyra 12 noviembre, 2017 “Y en ese momento conocí la respuesta al enigma del infinito. Hasta entonces había pensado dentro de la limitada dimensión humana. Que la existencia tiene un principio y un fin. Es un concepto humano, no divino. Sentí que mi cuero disminuía. Se disolvía. Se convertía en la nada. Desapareció el miedo y se convirtió en aceptación” El increíble hombre menguante” (Jack Arnold, 1957) Como si de una escena post-créditos se tratase, los minutos posteriores a mi visionado de ‘A Ghost Story’ (2017) me situaban como el único pasajero del autobús de la línea 905, de vuelta a casa y observando a través del vidrio de emergencia cómo el mundo seguía su curso mientras yo intentaba sopesar los conflictos que David Lowery me acababa de retratar en su última película, una historia sobre el apego hacia las personas que más amamos y los lugares que mayor significado tienen para nosotros. En ella, Casey Affleck es C, un joven músico cuyo espíritu se rehúsa a abandonar la casa que compartió en vida con M, su novia, interpretada por la siempre solvente Rooney Mara. Esta negativa dará inicio a un viaje en el tiempo donde lo único constante será la soledad de nuestro fantasmagórico protagonista. Desde los primeros segundos se puede ver que estaremos ante algo distinto, tanto a nivel estético como conceptual. Un inusual uso del 1.33:1 como relación de aspecto y la ausencia de esquinas en el encuadre son algunos elementos que ayudan a construir y, con el pasar del tiempo, reforzar el infinito atrapamiento al que se ve sometido C mientras deambula por los rincones de un espacio que va cambiando de habitantes, forma y contexto. Dirigida y montada por Lowery, la película da muestra de descomunales elipsis temporales a través de cortes muy sencillos y que llevan consigo la emoción que dos agujeros en una sábana blanca pueden llegar a transmitir. El teórico ruso Lev Kuleshov estaría orgulloso. “[…]una historia sobre el apego hacia las personas que más amamos y los lugares que mayor significado tienen para nosotros” Ganadora en Sitges y muy aplaudida en Sundance, la producción de esta cinta se llevó a cabo bajo el más absoluto secretismo, ya que el director no estaba del todo seguro de la repercusión que una premisa de este tipo podría generar. Ante esto, es importante resaltar el papel de Daniel Katz, David Fenkel y John Hodges, fundadores y directores de A24, la productora independiente de moda en Estados Unidos y directa responsable de títulos de probado éxito comercial y de crítica, tales como ‘Under the Skin’ (Jonathan Glazer, 2014), ‘Ex Machina’ (Alex Garland, 2015), ‘The Witch’ (Robert Eggers, 2016) y la mediática ‘Moonlight’ (Barry Jenkins, 2016). En tiempos donde cada vez es más difícil reconocer el trabajo de un director de cine, es tranquilizador saber de nichos donde la libertad creativa del autor es respetada y alentada. M regresa a casa y encuentra el pastel de chocolate que una vecina ha dejado para ella. Coge unos cubiertos, se recuesta sobre un mueble a ras del piso y empieza a comer sin prisa, pero sin pausa, siendo la agitada respiración que acompaña cada bocado la única manera de percibir lo que pasa por su cabeza. Injustamente famosa más por su duración que por su significado, esta escena es importante por darle al espectador una dosis de lo que es sentirse en el vacío absoluto mientras llevamos a cabo una acción tan mecánica como comerse un postre o, por ejemplo, ver una película, completamente reactivos y expectantes de algo que nos salve de esa tediosa situación. En nuestro caso, hay un editor que pone fin a la escena. En el de M existe un actor mucho menos benevolente: la vida. “[…]uno de los retratos más humanos y sensibles de lo que pasa cuando el cuerpo puede menos que el espíritu” La química entre Mara y Affleck es tan lograda como la de Lowery y su director de fotografía, el estadounidense Andrew Droz Palermo, cuya composición y manejo de la luz es determinante en las secuencias más importantes de la película. En una de ellas, M recuerda la primera y cálida vez que escuchó el último tema musical que su novio compuso antes de morir, y lo hace en medio de un frío y nostálgico presente, sin mostrar emoción alguna, tal vez reafirmando los comentarios que en algún punto un personaje hace sobre la irrelevancia de nuestro legado. La aceptación de nuestra frágil y efímera naturaleza es una de reflexiones que me dejó ‘A Ghost Story’, uno de los retratos más humanos y sensibles que recuerdo de lo que sucede cuando el cuerpo puede menos que el espíritu. Hacer Comentario Cancelar RespuestaSu dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente.