Es el rey de las crisis existenciales masculinas. O, quizás, el que más y mejor las ha relatado. Desde ‘Freaks and geeks’, donde ahondó en el paso de la niñez a la adolescencia, hasta ‘This is 40’, el productor, guionista y director ha basado gran parte de su obra y humor en despedazar al hombre del siglo XXI

En respuesta a la clásica comedia blanca, romántica o ñoña, nació en los años 90 un sub-género donde el único objetivo era la risa y el fin justificaba los medios. Chistes escatalógicos o de índole sexual, gags agresivos que puntuaban doble si ofendían a algún colectivo, salvajismo y anarquía. En definitiva, todo valía. Eran hijos del stand-up, bastardos del ‘Saturday Night Live’, primos lejanos de Monty Python, hermanos de las stoner comedy (películas de fumados) y conocidos de las gross-out comedy (las gamberras y juveniles). Los hermanos Farrelly (‘Dos tontos muy tontos’, ‘Algo pasa con Mary’) o los inicios de Jim Carrey son buen ejemplo de ello. A raíz de esta corriente, algunos de sus representantes fueron perfilando y sofisticando su arte.

Proveniente del stand-up comedy y amigo íntimo de Adam Sandler y Jim Carrey, Judd Apatow era un cómico que amaba la comedia pero no se gustaba sobre el escenario. Tenía ataques de pánico y no podía dejar de comparar su actitud sobre las tablas con el comportamiento monstruoso de Carrey y Sandler, a la postre estrellas de Hollywood. Como tenía mucho que contar, optó por centrarse en la producción y guión de sus propias obras. Crear un mundo propio: la factoría Apatow. Una sucesión de actores, lugares comunes, temáticas y referencias culturales que ha plasmado en su filmografía.

Para resumir el universo personal que Judd Apatow ha plasmado en todas sus películas (ya sea a través de la dirección, la producción o la escritura) se deben mencionar dos conceptos: referencias a la cultura pop y la crisis masculina. Sus protagonistas, casi siempre hombres, están caracterizados por una inmadurez emocional y la constante huida del compromiso y de la responsabilidad. Sus personajes se podrían encorsetar en una especie de niños-abuelos preocupados por la música pop, el cine, las retransmisiones deportivas, la marihuana y el sexo. Pero a diferencia de los otros representantes de la nueva comedia norteamericana más tosca e incluso juvenil, Apatow impregna un poso emocional y una sensibilidad que es lo que marca la diferencia. Ya desde ‘Freaks and geeks’, una serie a la que solo quieres abrazar, el cómico y director neoyorkino se ha preocupado siempre de mimar y cuidar a sus personajes, por muy mal que se los haga pasar durante gran parte de las historias.

Los proto-adolescentes de ‘Freaks and Geeks’, el Steve Carell de ‘Virgen a los 40’ o Paul Rudd y Seth Rogen en ‘Lío embarazoso’ y ‘This is 40’. Todos ellos salen reflejados como un único alter-ego de Apatow, el cual opta por mostrar un nuevo modelo de masculinidad muy alejado del tiburón exitoso y más cercano al perdedor entrañable.

A través de su obra se ha podido conocer todos los conflictos emocionales por los que ha pasado Judd Apatow en su vida: el bullying escolar, el descubrimiento de la comedia, el despertar del sexo, la afición por la marihuana, el miedo al compromiso, el matrimonio, la paternidad, el fracaso laboral y las crisis de los 30 y de los 40. Todo ello aparece en el núcleo de su obra: ‘Freaks and Geeks’, ‘Virgen a los 40’, ‘Supersalidos’, ‘Funny people’, ‘Lío embarazoso’ o ‘This is 40’. Incluso en sus dos films más femeninos, ‘La boda de mi mejor amiga’ y ‘Trainwreck’, sus protagonistas cumplen varios de las características que atesoran los personajes masculinos de Apatow, lo cual implica un derrumbe de los clichés de género. Sin embargo, para disfrutar de sus proyectos más alejados del heteropatriarcado, lo mejor es acercarse a la televisión. ‘Girls’ y ‘Love’ han roto cualquier parámetro establecido al respecto. Si a la producción de HBO se le etiquetó como “la serie que descubrió el feminismo a los millennials”, en la de Netflix es el personaje de Gillian Jacobs quien lleva el peso emocional, cómico y de las tramas.

Por citar un gran “pero” en sus comedias, no podemos pasar por alto el mayor de sus problemas cuando se sienta en la silla de director: el excesivo metraje. Comedias de casi dos horas y media de duración que acaban afectando el ritmo y que merman el resultado final. Es quizás por ello que hemos decidido cortar abruptamente este artículo para no pecar de “juddapatowismo” y volver en una próxima entrega donde repasaremos la lista de sus actores y actrices más recurrentes.

Continuará.

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