Siempre que imagino las reuniones creativas que se llevan a cabo en Hollywood, se me vienen a la cabeza los primeros minutos de ‘Los Viajes de Sullivan’ (Preston Sturges, 1941). En ellos, John L. Sullivan, un director de cine cuyas comedias son tan exitosas como superficiales, manifiesta a dos ejecutivos el deseo de contar historias más profundas, con “importancia social” y “donde se retraten los problemas que enfrenta el ciudadano promedio”. Ante semejante utopía, el trajeado dúo intenta convencerlo de lo contrario. El miedo de uno (“¿Quién querría ver eso?”) y las superficiales condiciones del otro (“Pero le agregas un poco de sexo…”), no hacen más que reflejar el a veces nefasto devenir mental de quienes históricamente han tenido mayor de decisión sobre algunas de las películas que disfrutamos cada semana en el cine, siendo ‘Liga de Justicia’ (Zack Snyder, 2017) el más notorio y reciente ejemplo de ello.

La historia no se aleja de la línea impuesta por otros títulos del género: la tierra como campo de batalla entre un villano que busca invadirla y unos super héroes que intentan defenderla. Ante tan elemental escenario, mis esperanzas estaban puestas en la conocida habilidad de Snyder por compensar sus carencias narrativas con el talento de sus intérpretes, arropándolos bajo ese riquísimo estilo visual que hizo de ‘300’ (2006) y ‘Watchmen’ (2009) tan agradables de ver. Lamentablemente, el director tuvo que abandonar el proyecto a causa de gravísimos temas familiares, dejando la posta para un Joss Whedon que prometía continuar un trabajo que, en plena fase de postproducción, estaba cercano de finalizar. Pero los directivos de Warner Bros tenían otros planes.

“[…] está el héroe por excelencia, Superman, un personaje condenado al inmortal carisma de Christopher Reeve, pero que parece haber  encontrado en Henry Cavill un correcto y prometedor contenedor”

Conscientes de lo que esta producción significaba para el futuro del DCEU (DC Extended Univer$e), los señores de traje y corbata ordenaron a Whedon cambiar el tono de la historia, reemplazando su sombría y desaturada atmósfera por una más juvenil y cándida, donde la risa supere la reflexión y los conflictos se diluyan entre tanto efecto especial. No contentos con ello, determinaron que la duración de la película no debía exceder las dos horas, algo que lejos de solapar su frankensteiniano desarrollo, lo hizo más notorio aún. Decisiones como estas, o la relacionada al ahora viral “super mostacho kryptoniano”, evidenciaban la desconfianza que impera en las lujosas oficinas de Burbank, California hacia activos de tan importante influencia cultural como Superman, Batman o, especialmente ahora, Wonder Woman.

Asumido este caótico trasfondo, mis esperanzas hacia ‘Liga de la Justicia’ estaban puestas en el talento de sus intérpretes por generar cierta empatía hacia sus personajes. Y así fue, especialmente para los primerizos Jason Momoa (Aquaman), Cyborg (Ray Fisher) y Flash (Ezra Miller), quien con una mirada logra el segundo mejor momento de la película. Gal Gadot cumple lo esperado con Wonder Woman mientras que Ben Affleck comienza a evidenciar el cansancio físico y mental que una producción de tamaña escala implica. Poco ayudado por el guion de Chris Terrio, son los cambios de Whedon los que alejan a su personaje de aquel oscuro y sucio retrato que tan buena aceptación tuvo en ‘Batman v Superman: El Amanecer de la Justicia’, siendo ahora víctima de escenas y diálogos que me recordaron los entretenidos experimentos noventeros de Joel Schumacher. Y claro, está el héroe por excelencia, Superman, un personaje condenado al inmortal carisma de Christopher Reeve, pero que parece haber encontrado en Henry Cavill un correcto y prometedor contenedor.

“´Liga de la Justicia´, la prueba de la cortoplacista obsesión de unos ejecutivos por alcanzar el éxito que su principal competencia ha invertido tanto tiempo en construir”

Todo lo contrario, puede decirse del villano, Steppenwolf, una masa de bits cuyas habilidades se pueden resumir en saltar (muy alto), nadar (muy bien) y hondear un martillo (muy fuerte), algo más propio de un sanguinario atleta olímpico que de un tipo en busca de planetas que conquistar. Bromas aparte, resulta increíble ver que un apartado representado alguna vez por el excelente Zod de Michael Shannon se haya devaluado de esta manera.

 Concebida más por calendario que por convicción, ‘Liga de la Justicia’ es la prueba de la cortoplacista obsesión de unos ejecutivos por alcanzar el éxito que su principal competencia ha invertido tanto tiempo en construir, sobreestimando el arraigo popular de sus personajes y obviando lo importante que es determinar una unidad de conceptos que sirvan de guía a cada una de sus producciones.

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