Grupo: The Posies + Neuman
Sala: El Loco Club

Con solo un parón durante la pasada década, The Posies se han mantenido, desde sus comienzos hasta hoy, dando cera por todo el mundo, y han sido una banda respetadísima siempre. Dentro y fuera de USA.

The Posies nacieron como grupo algo antes de los noventa y son de Seattle (ya tenía yo ganas de que tocaran para mí unos tíos de Seattle). Dado que son amiguetes y colaboradores de bandas como Big Star, REM o Fountains Of Wayne, pues digo yo que, por referencias, bien.

Y si resulta que la suerte hace que te vengan a alegrar el “sunday blues” tocando al lado de casa, en el Loco Club, que mantiene contra viento y marea una programación que tiene a los aficionados babeantes, miel sobre hojuelas.

Una banda de carretera que se mete el tute de tocar viernes y sábado en el Monkey Week del Puerto de Santa María, pasa por Valencia el domingo, por El Sol de Madrid, la Razz de Barna, y unas cuantas salas más de piel de toro sin descanso en diez fechas consecutivas. Y otros diez días más tarde siguen guitarreando por la vieja Europa.

Y en un “no va más”, la sesión doble remata la festividad dominical con unos teloneros que con “Bye fear / Hi love” han hecho una de las canciones del año, una de esas que les puede perseguir para siempre, Neuman (no por casualidad la canción está incluida en un EP de seis temas con Ken Stringfellow, uno de los dos Posies, a la producción y también a la guitarra).

Si añadimos que, en esta ocasión, The Posies anuncian un performance que incluye lo que algunos consideran sus dos obras más influyentes, Frosting On The Beater (93) y Amazing Disgrace (96), habrá que dejar el personalizado agujero del sofá y salir a pasárselo bomba disfrutando de estos gigantes, ¿no? Como decía la canción: “hay pelea, allá voy”.

Unos minutos de cola en la calle permiten ver de un lado a otro a Ken con su mochila negra bien repleta, que más parece un profesor interino de física de un instituto de por aquí que un héroe del rock de Seattle.

El respetable llenó la sala, sin petarla, y se mantuvo atento a las primeras palabras de Ken que los saca de su confusión explicando que será él mismo el que comience, sobrado de voz, cantando sin micro una canción de su último doble en solitario, que preside el puesto de merchan. Presenta a los Neuman que formarán banda con él para hacer una media docena de canciones, del propio Ken y de los murcianos, alternativamente.

Stringfellow, que se sabe todos los trucos, practica uno que consiste en invitar a un artista local a cantar con él una canción en cada show, y esta vez, la cantante de Shining Crane, Tracy Hobbs, la que protagoniza el momento tierno de la noche cantando a dúo una balada country de lo más tradicional. Desde el principio, por tanto, el público en el bolsillo.
Después, la banda conjunta se encargó, como buen telonero, de encender la mecha. Mecha corta, como debe ser.

Y mientras la mecha iba quemándose, otros quemaban cigarrillos. Al aire libre, Jorge “Radar me cuenta, con el nerviosismo de la espera a su grupo favorito de todos los tiempos, que el orden en el que interpretarán los discos no será el cronológico, y que para cada puesta en escena llevan a las respectivas secciones rítmicas que los grabaron originalmente. Es decir, una chulada irrepetible.

Ya en la sala, Roque, el Inquieto, que no fuma, también presente, vaticina que va a ser brutal. Es decir, hay unanimidad. Y grandes expectativas. Lo que se lo pone más difícil a Jon Auer y a Ken Stringfellow, que en solo unos minutos están listos.

Algo pasadas las 22h arranca Amazing Disgrace. La mecha cumple su misión, y la batería, sonorizada a lo americano (como me había dicho Jorge “Radar”), es como un cañón. Y falta le hace, para no quedar enmudecida ante tanta tralla como dan esas guitarras y un bajista que es un portento y que consigue una densidad en el ambiente que se agarra con las manos.
Jon y Ken, Ken y Jon, alternándose “at front”, haciéndose los coros cuando el otro lidera, son como dos almas gemelas. Gemelas y con camisa de cuadros.

Las canciones desfilan ante un público que corea sus estribillos más recordados mientras The Posies demuestran su razón de ser y despliegan una entrega admirable en un grupo de su trayectoria y al que esperan diez días de “tour non stop” a dos discos completos por noche.

Sin embargo, ni sus gargantas se resienten en las canciones fuertes, a veces muy bestias, prácticamente punk, ni su sensibilidad baja en los medios tiempos o en las baladas de más tradicional herencia americana. El pacífico y simpático Ken se transforma en una puta fiera, créanme, escupiendo por necesidad fisiológica en bastantes ocasiones al suelo del escenario.

Pero también hubo el momento de dos guitarras eléctricas y dos voces, el momento con ligero toque sicodélico que recordó a Big Star, el momento en que Ken presenta a la banda y a sí mismo, momento en el que nos damos cuenta que Stringfellow no se pronuncia con cuatro sílabas como hacemos nosotros, sino con una sola, pero imposible de repetir.

Cuando acaba Amazing… la banda se va para el cambio de base rítmica, dejándonos con esa carita de dulce espera y la sonrisa boba de quien ha visto cosas sublimes, y no pocas.

Pero dura tan poco el ajuste de la batería a las dimensiones del nuevo “drummer” que a muchos el nuevo arranque con “I Can Dream All Day” los pilló en el cigarrito. Y después “Solar Sister”, y así por orden y hasta el final, con Jon y Ken jugando y disfrutando y un nuevo batería que hizo las delicias de Jorge “Radar, y que no se equivocó al indicar que el orden de la presentación de los discos era el adecuado.

Frosting On The Beater pasó también en un suspiro, aunque llevaban más de dos horas en escena.

Las peticiones de bis los trajeron de nuevo a escena, y ellos, americanos, cuidadosos con las formas, hicieron bises con las dos bandas, con canciones ya de otros discos.

Yo, que tengo mala memoria, calificaría lo de esa noche como memorable.

God bless The Posies and Loco Club.

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