Grupo: Jay Jay Johanson
Sala: Teatro Lara

Hace tiempo que para mi un concierto es un concierto. Es un evento que en mi caso debe cumplir con tres premisas fundamentales: estar de pie, tener una birra en la mano, y una cabeza enorme delante (sí, soy recortadito). Así que según mis propios principios de lo que disfruté el pasado jueves no debería ser un concierto, y sin embargo lo fue.

Jay Jay Johanson volvía a Madrid después de tres años de ausencia y se notó: entradas agotadas semanas antes y bastante expectación. La última vez que le vi fue en Valencia en la desaparecida sala Heineken Greenspace y aquel Jay Jay no se parecía en nada al que vi el otro día. Los años pasan para todos y la música del sueco lo demostraba. Sus discos (he disfrutado de ellos desde que mi hermana me puso uno en las manos allá por el 2000) lo venían anunciando. Así que el ambiente del Teatro Lara de Madrid era un buen entorno donde demostrar ese giro intimista y melancólico.

Después de tres años, unos teloneros desorientados y bastante retraso Jay Jay volvió a las tablas madrileñas. Sinceramente, después de semejante ausencia, yo esperaba que arrancara el bolo con “So tell the girls that I’m back in town”. Pero no. El Jay Jay que subió al escenario no era aquel del Greenspace, ni aquel del FIB de hace tantos años… no. Este Jay Jay es un sueco escuálido, con el pelo largo y barba y aspecto indefenso que a medida que el concierto fue avanzando se te mete en las tripas y te lo quieres llevar a casa y cuidar de él.

La cosa empezó seria, “The girl I love is Gone” sonó como una declaración de intenciones que golpeó a la sala que todavía estaba un poco grogui por los teloneros. Tema tras tema, sin apenas tiempo entre ambos, este canijo y entrañable sueco acompañado por un piano y alguna que otra estridente base hizo un buen repaso de los temas mas tranquis de su discografía.

Mientras Jay Jay desmenuzaba sus discos para extraer sus canciones más melancólicas, solo los labios se movían en el público y es que un jueves por la noche la butaca te atrapa pero hubiese agradecido no estar sentado. “She doesn’t live here anymore”, “Believe in us” o “Far Away” fueron sonando apenas adaptadas a un formato tan acústico como el que se presentó esa noche.

“I’m older now” o “Whispering words” encajaban como anillo al dedo aún así Jay Jay se permitió algunas licencias, suavizando temas como “On the Radio”. Por aquel momento, el sueco había vencido a los focos para descubrir que la gente abarrotaba los tres pisos de palcos y sonreía sin parar mientras despachaba lo que parecía ronmiel en botellines de Fontvella.

A lo largo de noche alternó temas especialmente oscuros como “My Mother’s Grave” con algunos algo más graciosos como “Dilemma” de su nuevo disco Spellbound y tras algo más de una hora de concierto hizo su primera parada. A partir de aquí su sonrisa ya no desapareció y se fue pareciendo mas a aquel de hace unos años. Volvió a escena hablando con el público, sonriéndole y haciendo alguna broma y nos regaló alguna joya como “She’s Mine but I’m not hers” con algunos toques para la ocasión.

Volvió de la segunda pausa aclamado. La gente por fin se puso en pie y las palmas y los silbidos engrandecieron al pequeño Jay Jay que todo hay que decirlo, daba penita de lo flaquillo que estaba y casi al final nos regaló un “Milan, Madrid, Chicago, Paris” con algún que otro guiño en Madrid, Madrid, Madrid (hasta tres veces).

Al final, aquel concierto, que según mi criterio no debía serlo pero lo fue, se extendió por más de hora y media en las que el pequeño Jay Jay repasó temas de todos sus discos, se bebió un litro de “algo” y nos volvió a enamorar a todos. Y así entre silbidos, aplausos y palabras de amor las tablas del Lara se quedaron vacías… Y ya de camino a casa eché de menos Friday at Rex. Una excusa perfecta para esperar, con renovadas ganas, una próxima vez.

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