Entrevistamos a: El Gran Wyoming
Redactor: Mariano López Torregrosa
Género: Rock
País: España

El prolífico e incombustible artista madrileño desembarca este próximo sábado 28 de enero en el Café El Mur junto con su banda Los Insolventes para interpretar grandes clásicos del rock ‘n’ roll, y dar rienda suelta así a su gran pasión por la música.

Ya han escuchado las noticias, ahora, les presentamos a Wyoming

Es usted actor, guionista, director, presentador, showman, músico, mente preclara…
Efectivamente. No solo estás en lo cierto, sino que además soy la persona de este mundo que mejor recibe la adulación.

Hablando el otro día con Miguel Angel Ariza, cantante y guitarrista de Última Experiencia y guitarrista de Insolventes, me comentó que en realidad esta última banda nació de un pique entre ustedes dos tras unas cervezas…
(Risas) Llamarlo un pique sería un poco arrogante por mi parte porqué el es un guitarrista fuera de serie. Pero sí, estaban tocando ellos en un bar como Última Experiencia, yo estaba allí, y me gustó mucho la música de los 60 y 70 que hacían, tipo Eric Clapton, Jimmy Hendrix, y ese tipo de cosas. Nos pusimos a hablar, me invitaron a cantar con ellos en su próxima actuación, lo hice, y a raíz de ahí nos hicimos amigos. Fue creciendo la cosa, y decidimos hacer un repertorio para ir por ahí. Y muy bien. Vamos a hacer cuatro años ya, y aun no hemos parado.

La banda se basa sobre todo en versiones de clásicos del rock ‘n’ roll de los 60 y 70. Aún así, ¿está usted al tanto del panorama actual?
Estoy al tanto de grupos…llamémoslos generalistas. A mí me gustan grupos como Red Hot Cilli Peepers y cosas así, que son grupos que arrasan entre las masas. Lo que pasa con la música es que a finales de los cincuenta y en los sesenta el rock era una música muy precaria, se acababan de inventar los amplificadores, las guitarras eléctricas, y todo ese tinglado. Pero en los setenta se invirtió, y hubo una eclosión brutal de música, en la que de alguna manera se tocaron muchísimos palos. Yo me siento heredero de aquella época, pero creo que casi todos los grupos que escucho también lo son.

Esta es la primera banda donde usted ejerce de frontman tras Paracelso. ¿Qué recuerda hoy en día de todo aquello?
Era muy distinto. Ahora la música se interpreta de forma más lúdica, y entonces era casi como una religión (risas). El rock estaba dirigido a un público muy concreto, ahora es ya para todos los públicos, digamos que es ya música popular. Entonces estaba el sector de los “raphaelistas”, que seguían a Raphael, la gente que era más de cantautores tipo Serrat y gente así, y luego el rock ‘n’ roll era de gente más hippie. Para esta gente el rock era algo así como el flamenco para los gitanos, no solo música, sino toda una parte de su cultura y de su historia.

Un forma de vida…
Cierto. Eso sí lo recuerdo. Tu salías a tocar, y aun siendo nosotros totalmente desconocidos, que no habíamos grabado discos ni nada, allí a dónde íbamos se llenaba. La gente acudía a ver a los grupos fueran quienes fueran, y vinieran de donde vinieran. Y no parábamos de trabajar, prácticamente todos los fines de semana teníamos un bolo. Había muchísima música en directo, mucha más que ahora. En discotecas y salas de fiestas se metía rock ‘n’ roll. Yo recuerdo una época muy entrañable. Yo vivía de eso, y no éramos nadie. Ahora es mucho más difícil.

La crisis de la industria discográfica podría haber obligado a revitalizar la música en directo como modus vivendi de muchos músicos…
En principio podría ser así, pero es al revés. Pongamos por caso a Última Experiencia, el grupo con el que toco bajo el nombre de Insolventes. En otro tiempo, por su nivel y trayectoria, ya hace tiempo que habrían grabado discos y estarían moviéndose por un determinado campo. Como ahora los músicos lo tienen que hacer ellos todo, producirse e incluso fabricar ellos mismos los discos en ocasiones incluso, entonces los discos los tienen más que nada como tarjeta de presentación. No ganan un duro, tienen que vivir del directo. Y como la masa de músicos que hay ahora para tocar es infinita, lo que pueden cobrar ahora es aproximadamente la cuarta parte de lo que cobraban en los años setenta. De hecho yo tenía un bar, hasta hace quince años, y pagábamos tres o cuatro veces la media de lo que se paga ahora. Así que no se ha reactivado la música en directo. En realidad uno es lo que vende, si tu vendes un millón de discos, tienes un caché de un millón de euros, pero si vendes cero discos, que es la realidad actual, ese caché prácticamente no existe.

Con la que está cayendo actualmente, ¿cree usted más en el rock como manifestación reivindicativa, o como evasión de la realidad?
Lo entiendo como una realización personal. Yo cuando estoy tocando con el grupo soy totalmente feliz, en la preparación de la historia, durante la actuación, y después. Hago aquello que me gusta siempre que puedo, nada más.

Esperemos ahora no hurgar en ninguna llaga. Tras muchos años juntos sobre los escenarios, ¿Qué motivó que usted y el maestro Reverendo decidieran tomar caminos separados?
No es que tomáramos caminos separados, es que el Reverendo decidió no seguir el camino. Decidió llevar una vida más tranquila, al margen de todos estos líos. Pero no hay ningún tipo de malas historias, ni peleas, ni cosas raras.

Ahora su banda va a empezar la gira de presentación de su propio álbum, bajo el nombre de Última Experiencia, “La Casa de la Bruja”. ¿Va esto a suponer un parón en las actuaciones de los Insolventes?
Pues la verdad es que me gustaría que sí, ya que yo les tengo mucho cariño, y les deseo que alcancen el éxito, lo cual significaría que no tendrían tanto tiempo como ahora para Los Insolventes. Si significa un parón para Los Insolventes para mi es una buena señal, y yo me alegraría mucho por ellos, porque se lo merecen.

¿Se han planteado grabar un disco Wyoming e Insolventes?
Para eso creo que deberíamos hacer temas propios. Igual con el tiempo surge la idea, pero eso tiene que salir de forma espontánea, no forzada. Si surgiera y hubiera material, pues sí, claro. En ese sentido nunca ha habido más facilidades para grabar un disco, puedes hacerlo cuando y donde quieras, es muy fácil, aunque luego no va a ir a ningún sitio (risas).

Muchos añoramos el primer Caiga quien Caiga, entre otras cosas porque fue el único programa de la época que tenía una banda en directo. ¿No se ha planteado contratar a Los Insolventes como banda en directo para el Intermedio?
A mí me encantaría, claro, para mi tener una banda en directo en un programa es un lujo, y además le da un tono y una vida especial. Cuando trabajas en un programa en directo como es este, para el público que está allí es otro mundo. En Caiga quien Caiga, antes de empezar el programa siempre hacíamos un pequeño concierto con la banda, y cuando empezaba el programa el público había cogido ya un tono que era espectacular. Pero, como siempre, es una cuestión de presupuesto. Ahora hay que trabajar con unos costes determinados, de hecho no sé porqué en la televisión en España ha desaparecido la música, y eso es un fenómeno único de aquí. Tú te vas a otros países y todo el tiempo hay música, y aquí no hay ni un solo programa de música, ni presencia musical en ningún lado, es algo alucinante.

Parece que la cultura en general vaya desapareciendo de la televisión, como si no resultase rentable, o no interesase sin más…
Es un ciclo de retroalimentación. Se ha descubierto una fórmula que es muy barata, que produce un rendimiento tremendo desde el punto de vista económico, y entonces la gente se acoge a esa fórmula, porque esto a fin de cuentas es un negocio. Es muy complicado levantar un programa. Nosotros en el Intermedio estamos ya en la sexta temporada, y eso es un auténtico milagro, que ha sido posible solamente porque arrancamos la cadena. Entonces el margen de maniobra que tienes mientras vas creciendo paralelamente a la cadena es mucho mayor. Y eso que nosotros abrimos casi todas las noches hablando de historias de crisis, corrupción, y tal, y eso es muy duro en los tiempos que corren, porque la gente está saturada. Hacer un programa con contenido hoy día es muy complicado, la cuestión es donde se pone la barrera para que la televisión no acabe destruyendo la cultura.

¿Podría decirse que con el Intermedio mantiene en forma la mente, y las actuaciones con Los Insolventes le mantienen en forma el cuerpo?
Sin duda, el cuerpo y el alma también. El Intermedio es un ejercicio cerebral importante para mí (risas), por la edad y la vida que llevo. Es en directo, son treinta folios de programa, y aunque los tengas delante y los vayas leyendo, es un ejercicio constante, muy bueno para la cabeza. Y lo otro no solo está muy bien para el cuerpo, sino que además te carga las pilas para el resto de la semana, es una terapia espectacular. Es como esos programas para ordenadores que al encender el aparato te limpian toda la basura que hay previamente.

En el 2009 participó en el álbum “Cosas que pasan, que no pasan, y que deberían pasar” del músico de hip hop, El Chojin. ¿Qué le atrajo como para participar en un proyecto a priori tan alejado de sus gustos habituales?
Bueno en realidad no es tan alejado, porque a mí me gusta todo tipo de música que está bien. El Chojin es un monstruo. Como casi todos los músicos de hip hop, se toma muy en serio las cosas que dice. Yo le conocía, ya habíamos hablado. Me llamo, diciéndome que iba a hacer un tema sobre la palabra y que si yo quería colaborar, y le dije que por mi encantado. Yo siempre he estado en contacto con los músicos, es mi vida. Yo si hubiera podido dedicarme a la música desde niño, no hubiera hecho ninguna otra cosa.

Las descargas gratuitas han cambiado no solo los hábitos de consumo, sino ya la mera actitud de los consumidores respecto a la música. A lo largo de su larga experiencia en la música, ¿cómo ha ido notando usted todo este cambio de precepción?
Vivimos en un mundo de mercado, y realmente la música en general se valora. Nunca se ha consumido tanta música como ahora, pero por otro lado, valoramos aquello que nos cuesta conseguir hasta cierto punto. Por ejemplo, mis hijos tienen miles de canciones metidas en el ipod, pero de repente se cansan, le dan al botón de borrar del cacharro, y meten otra vez. Eso le confiere un valor al producto. Yo por ejemplo tengo vinilos guardados, aún tengo el primer vinilo que me compré, y tengo un vínculo sentimental con el objeto ya en sí, es completamente distinto. Es lo que decíamos antes, que la música anteriormente era una forma de vida, ahora al ser gratis, tiene ese valor. Es una cosa mucho más efímera, tiene una consideración mucho más de consumo.

¿Cuál fue ese primer vinilo?
“In a gadda da vida”, de Iron Butterfly. Era la sintonía de un programa, y a mí me tenía alucinado. Lo compré en una tienda de electricidad, que era donde se vendían antes los discos. Estaban las planchas, las tostadoras, y ahí en medio diez o doce discos, que era lo que había.

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