Amor y plata_Cap.1¿Algún psicoanalista en la sala?Julio Fuertes 5 octubre, 2015 I say “doo doo wap”, “doo do wap” “doo do wap”, “doo do wap”, “doo do wap” Stevie Wonder Qué tal, hueste atómica. Vamos a iniciar aquí en la Redacción una aventura modesta de unos nueve tomos, cuyo principio podría ser, por ejemplo, este cuadro de costumbres: plaza de Tetuán, grupo de personas sin oficio ni beneficio trasegando cerveza al precio –muy acompasado a los tiempos– de ochenta centavos el doble. La escena no es de lo más estimulante, pero es vergonzosamente recurrente en nuestra vida y cada día en la de más gente. En esta ocasión da pie a que durante el segundo o el tercer doble de cerveza suenen las trompetas del Apocalipsis: «lástima que sea en inglés, yo la música… a mí si la letra de la canción me gusta está todo hecho» Puede que esté bien plantear una secuencia ilógica o idiota que responda, desde algún ángulo loco, a este haiku, el haiku diabólico de la plaza de Tetuán. 1) Primero y fundamental: a la mesa tetuana estaba sentado también un guitarrista de flamenco sensible y apasionado, de nombre Marc Pérez, en cuya sien derecha se formaron tres o cuatro gotas de sudor frío. No deja de ser demoledor, para quien la falseta de guitarra es quizá la unidad básica de discurso, que tu interlocutor reconozca que lo mismo le da el Adagio de Albinoni que Cornish Acid de Aphex Twin, porque en ninguna se puede oír la frase «me siento como una montaña de cumbres repetidas». Marc habla en sus falsetas de la nostalgia, de la pérdida, del deseo sensual; a veces cuestiona los códigos del flamenco, a veces los reverencia con emoción disciplinada, todo eso. Nunca ha hecho falta saber qué es un do mayor para ponerse contento: no va de erudición musical este asunto. ¿Entonces? ¿Qué programa hay detrás de todo esta actitud? ¿Algún psicoanalista en la sala? 2) En una escena de Tiempos Modernos, Chaplin aspira a un peliagudo puesto de trabajo: camarero y cantante en un restaurante con número musical. Vista su incapacidad para memorizar la letra de la canción, la chica que lo acompaña le deja apuntadas las palabras en los puños de su camisa. Nada más salir a cantar, Chaplin pierde dichos puños por culpa de una coreografía algo centrífuga. Helado en el centro del plano, empieza a resentir los abucheos del público, se gira hacia su compañera y encoge los hombros. La solución que ella propone, literal: Sing!! Never mind the words Lo que sigue es la interpretación no verbal de una sátira cuyo desarrollo se entiende sin mayor problema, puesto que las claves (que tienen cierto tufillo machirulesco y son muy hijas de su tiempo) nos han sido dadas de antemano: hemos podido intuir el argumento en el puño de la camisa de Chaplin. Se trata de aquel paradigma de mujer joven y bella que, para satisfacer un apetito desordenado de joyas, se deja seducir por un hombre viejo y obeso. ¡Por lo menos no hablaba de denuncias falsas! Pero a Chaplin hay que amarlo: Parece que el ‘haiku de Tetuán’ sea una defensa del puño de la camisa de Chaplin como única herramienta de legitimación de la música, cuando es evidente que una buena función que puede cumplir ese puño es salir volando para caer en la fuente de la salsa rosa. Es decir: la música, mejor que sea de ascensor, hilo musical, soporte de un texto que quizá no rebase la categoría de poema atroz de juventud. ¿Algún psicoanalista en la sala? 3) Pero vamos allá con una extraña propuesta para la renovación de la canción protesta española, porque el que no llora no mama. Canción protesta, canción de envergadura lírica, te lo suplicamos: compatibiliza, si puedes, la dimensión textual con lo específicamente musical. No nos referimos a tararear La estaca cuando la policía franquista te prohíba cantar los versos, sino a que pruebes a protestar con algo que se pueda bailar muy fuerte. Reivindiquemos la ingenuidad y la sensualidad, que ya sabéis que eso también le molesta mucho al capitalismo y a sus hordas de cínicos de sonrisa torcida. ¡Por una canción comprometida, corporal y jodona! Richard Nixon dimitió dos días después de que saliera este tema. ¿Casualidad? ¿Coincidencia? Pues sí, pero mira: para él iban las hostias. En fin, si vamos triangulando con estos tres dogmas de mierda podremos encontrar algo de luz en el asunto, casi sin necesidad de terapia psicoanalítica o viajes lisérgicos de autodescubrimiento. Hacer Comentario Cancelar RespuestaSu dirección de correo electrónico no será publicada.ComentarioNombre* Email* Sitio Web Guarda mi nombre, correo electrónico y web en este navegador para la próxima vez que comente.